España ganó a Noruega cuando jugó el equipo B. Contra Escocia, en Glasgow, el seleccionador optó por el C y no fue solución. Y menos aún cuando optó por el D. Algún día explicarán los seleccionadores amantes de los cambios radicales a qué vienen tales actitudes. Habrá que preguntarle a Luis de La Fuente las razones por las cuales cambió a ocho jugadores de golpe. Quedaron de la jornada anterior Kepa, Rodri y Mikel Merino. Luego aún tuvo tiempo para hacer cinco cambios más. Musicalmente, variaciones sobre un mismo tema. A la pata la llana, “na” y menos.
Parece ser que tiene claro el centro del campo porque ha repetido, pero da la impresión de que no sabe cuál debe ser la mejor solución para el combinado nacional. Nos pasamos el tiempo diciendo que no es de recibo que se junten en el campo la mayoría de los componentes del equipo porque nunca han jugado juntos y ahora, vale todo. Cambiar a ocho, en términos taurinos, fue cambiar la seda por el percal.
Las selecciones, como los buenos conjuntos, se fundamentan en contar con el macizo habitual. Hay que formar equipo. Hay que crear que los componentes del once acaben jugando casi de memoria. De la Fuente no debe pretender que terminemos conociendo sus auténticas intenciones. Cuando un entrenador varía tanto hace pensar que no tiene clara cuál es su misión o qué pretende con variaciones tan extraordinarias. Después de lo visto ante Noruega era previsible que introdujera algún cambio. Sobre todo, que alineara a quienes merecieron buena nota en Málaga. Justo premio a Ceballos, Yeremi Pino y Joselu, pero incomprensible que cambiara a los cuatro de la defensa.
Las modificaciones en la zaga fueron dramáticas. Pedro Porro se resbaló ante un escocés y el centro de éste fue el primer gol. Carvajal, que le sustituyó, perdió el balón en el centro del campo y la carrera y Macdominey, que había conseguido el primero, se anotó el segundo.
Con De la Fuente no hemos avanzado. Ni ha creado el once que se le adjudicaba por sus buenos pasos dados en las categorías inferiores, ni ha conseguido que la selección tenga una idea clara sobre su juego. La único destacable y reconocible es el hecho de que haya contado con extremos como Yeremi y, posteriormente, Nico Williams, pero los relevos en el centro del ataque con Joselu, Borja Iglesias y Iago Aspas no convencieron a nadie. Jugar a base de centros para remates de cabeza es la fórmula más vieja del fútbol y, sobre todo, la solución cuando no se halla otra. Es jugar a la desesperada. La selección actual, incluso cuando gana, como ocurrió ante Noruega, desespera.
Escocia manda en el grupo clasificatorio y tras las dos actuaciones españolas la mayor aspiración está en la segunda plaza. Salvo que Noruega nos moje la oreja en el partido de vuelta.