Huele a sangre a la izquierda de Pedro Sánchez. Entre Podemos y Sumar sólo puede quedar uno y ya sabemos quién está más cerca del obituario. Y si por ejemplo la única solución que tiene el PP para alcanzar nuevamente el poder es volverse a engullir a VOX -no hacer desaparecer a la extrema derecha, que ojalá, sino simplemente integrarla en el seno de Génova 13 como antaño- la misión inmediata que tiene por delante Yolanda Díaz, y más le vale finiquitarla con éxito, es la de aniquilar a Pablo Iglesias y a toda su parentela política. Por lo que pueda acaecer.
En un larguísimo y rocoso artículo titulado Sin autonomía política no es posible la unidad de la izquierda y publicado en Canal Red -el medio de comunicación de Iglesias- Pablo Echenique, antiguo secretario de organización de Podemos, refrenda está hipótesis y carga sin piedad contra Sumar, contra Yolanda Díaz, casi sin citarla, a la que viene a responsabilizar, por acción u omisión, de los ataques y de la campaña mediática contra Irene Montero, a cuentas de la ley del ‘sólo sí es sí’.
También hay hueco en el relato de Echenique contra todos aquellos poderes -mediático, económico y por supuesto político- que según él quieren finiquitar a la formación morada mientras pretenden domesticar -y afirma que lo están consiguiendo- a la fucsia.
Sostiene Echenique que el tan repetido mantra de la unidad de la izquierda sólo es una cortina de humo que tiene como único objetivo “matar” a Podemos y que por lo tanto el “fetiche” de la pretendida unidad sólo aspira realmente a lo contrario de lo que pregona un día sí y otro también. Nada de integración, señala, sino aniquilación o sumisión total a Yolanda y a su izquierda blandengue.
Para el ya ex político hay “dos almas en la izquierda” en su forma de enfrentarse a los poderes fácticos de nuestro país. “Una partisana y otra transaccional”. O lo que es igual, una que lucha y otra que traga: “Una que confronta con el verdadero poder establecido y otra que en los momentos clave transa con él. Una que quiere transformar los cimientos del sistema (monarquía, judicatura, ejército, medios de comunicación, iglesia) en clave republicana y radicalmente democrática -y como única manera de hacer permanentes los avances sociales- y otra que piensa que sólo tiene que ocuparse de ‘las cosas del comer’. Una que está dispuesta a decir la verdad sobre los poderosos, citándolos con nombres y apellidos, y otra que prefiere ‘no hacer ruido’ para no recibir la venganza de los cañones mediáticos. Una que pone pie en pared cuando el furor bélico otanista aplasta en las tertulias al ‘no a la guerra’ y otra que se muestra a favor del envío de armas a las órdenes de EE. UU., no sea que Ferreras se vaya a enfadar. Una que protege a sus compañeras cuando los reaccionarios lanzan una campaña de violencia contra ellas y otra que se pone de perfil y las deja -o las hace- caer”.
La diferencia es clara y meridiana también en la posición ideológica que Echenique otorga a cada una de las izquierdas. En el rincón de los partisanos está Pablo Iglesias y en la esquina de los transaccionales, Yolanda Díaz. Los blandengues, con la gallega a la cabeza, van ganando. Llora el ex secretario de organización de Podemos al afirmar que la sociedad les ha dado la espalda y que todos los poderes se han volcado a favor de las posiciones centristas que dentro de la izquierda representa la ministra de Trabajo en funciones.
“El ataque constante al alma más partisana y transformadora de la izquierda, a la vez que se procuran todo tipo de cuidados mediáticos al alma más centrista y transaccional, conlleva caminar en todo momento con 40 kilos de piedras en la mochila… y tener atadas las manos a la espalda”, se queja Echenique.
El ex líder de Podemos no se corta a la hora de hablar del 23J y culpa a su lideresa del mal resultado: “La ‘unidad de la izquierda’ ha servido en este caso para forzar un acuerdo-trágala para reducir a su mínima expresión al alma partisana y transformadora nacida del 15M y representada por Podemos, al mismo tiempo que se concedía una injustificada sobrerrepresentación a todo tipo de actores centristas y transaccionales en el espacio que los morados habíamos dejado libre. ¿Sirvió esto, por lo menos, para apoyar el aumento electoral? La respuesta es que tampoco -se perdieron 700.000 votos y siete escaños-, y eso que el trato mediático durante la campaña fue infinitamente más amable que el que la coalición habría recibido si hubiese estado liderada por Podemos. La coalición de 15 partidos (la mayoría muy pequeñitos pero todos en ‘unidad’) obtuvo el peor resultado histórico del espacio desde que nació Podemos”.
El amanuense predilecto de Iglesias no practica en ningún momento la autocrítica a lo largo de su cargante epístola. No tienen nada que reprocharse, ni necesidad alguna de entonar el mea culpa ya sea por el nepotismo escasamente ilustrado de su redentor ya sea por las muchas desapariciones políticas perpetradas bajo el manto de su jefe. Todos los asesinatos, reivindican, fueron apoyados por la militancia. Todo se ha hecho bien. Nunca hubo ni trato de favor hacia el entorno del líder ni más guillotinas para cercenar al que osara levantar la cabeza que las imprescindibles.
Todo en el universo Iglesias ha sido siempre, en resumidas cuentas, escandalosamente democrático. Y el hecho de que todo fuera negociado por el ‘número 1’ con su misma mismidad, no le resta legitimidad. Y aunque admite, en un derroche de generosidad, que hay quienes de buena fe puedan llegar a pensar lo contrario que él y que Iglesias, no se corta al señalar un tanto ridículamente que todos ellos están equivocados.
La culpa ha sido de los otros, siempre de los otros, y por eso Podemos, viene a concluir Echenique en su texto, se está quedando sin futuro: “¿Dónde acaba el alma más partisana de la izquierda? ¿Dónde acaba Podemos si le roban su capacidad de transformar? Pues obviamente, en el cementerio de la política”.
Y para concluir, una velada amenaza. “Habrá que hacer otra cosa” -son exactamente las últimas palabras del escrito- si la llamada ‘unidad de la izquierda’ consiste en conducir a Podemos hacia su final al cercenarle su autonomía política y su capacidad de hablar y disentir.
Y hablando de disentir, por ahí caminan cinco diputados que, aunque fueron elegidos el pasado 23J con la pegatina de Yolanda Díaz en su pecho, a quien realmente rinden obediencia, y a buen seguro lo seguirán haciendo en la legislatura que arranca el próximo día 17, es a Pablo Iglesias. Que se anden con mucho ojo el PSOE y la izquierda blandengue.
Lo dicho, huele a sangre a la izquierda de Pedro Sánchez.