¿Y si el domingo empatamos?

Los candidatos a la presidencia del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez (i) y el popular Alberto Núñez Feijoo, antes de iniciar el debate electoral.

EFELos candidatos a la presidencia del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez (i) y el popular Alberto Núñez Feijoo, antes de iniciar el debate electoral.

Nuestra reciente historia anda pisándonos los talones a quienes sostenemos que un empate el 23J o, lo que es igual, un bloqueo parlamentario que provoque una repetición electoral dentro de seis o siete meses sería una perniciosa invitación a que el cielo se desplome sobre nuestras cabezas.

Otra vez el fango político-mediático que ahora nos tiene rodeados, otra vez la estupidez y el sectarismo feroz, las mentiras y las medias verdades, los errores fraudulentos y los electoralistas cambios de opinión. Podríamos correr el riesgo entonces de que los colectores reventaran de una vez por todas, inundaran nuestras calles y la marea se nos llevara por delante.

Hasta la fecha esto último no ha sucedido porque los ciudadanos han demostrado más inteligencia que sus gobernantes y más sabiduría que algunos medios de comunicación. La rabia y mala baba destilada por unos y otros aún no ha llegado a nuestras aceras. Se ha quedado en fuegos de artificio interior, en disputas de salón, en machetazos dialécticos de tribuna libre, en riñas barriobajeras de videojuegos… pero afortunadamente todavía no ha logrado pisar la calle.

¿Y si el domingo empatamos? ¿Qué sucederá si tenemos por delante otro semestre más sucio todavía, con más fuego cruzado, con más verborrea indecente, con más nervios a flor de piel, con más insultos sin medida? Un semestre con más, más, más… ¿Qué pasará si la peor política pisa la calle? ¿Qué nos espera si la polarización, extrema polarización, político-mediática supera los límites tolerables, sale de los partidos y de las redacciones, alcanza a los ciudadanos y envenena la convivencia?

Los antecedentes de repetición electoral están tan cerca que quién sabe si no acabará siendo cierto aquello de que no hay dos sin tres. Las generales de diciembre de 2015 se repitieron en junio de 2016 y los comicios de abril de 2019 volvieron a celebrarse en noviembre de ese mismo año.

Lo peor de volver a las urnas no es votar nuevamente. Lo peor es todo lo dicho aquí arriba y que nos adentremos en terrenos donde reine la locura y la insensatez, donde las palabras se difuminen y las ideas dejen de tener sentido. No hay que olvidarse que como escribió Antonio Machado somos un país en el que, de diez cabezas, nueve embisten y una piensa.

¿Es posible el bloqueo? Es posible, muy difícil pero posible. Aunque todas las encuestas, salvo la de costumbre, dan al PP como fuerza más votada, algunas de ellas no les conceden a los populares y a Vox alcanzar juntos los 176 escaños que les permitiría gobernar en coalición.

El promedio de encuestas de estas últimas semanas nos dice que PP y Vox alcanzarían unos 170 o 171 escaños, cinco o seis menos que la mayoría absoluta necesaria; sólo con Coalición Canaria y UPN o incluso con Teruel Existe no parece probable, a priori, que alcancen los 176 votos, aunque sí podrían llegar a los 175.

Todo esto contando con que Génova 13 acepte las condiciones, duras condiciones sin duda, que Vox impondrá para apoyar a Núñez Feijóo si Abascal se siente imprescindible, como por desgracia probablemente ocurra.

PSOE y Sumar, por su parte, se quedarían en 139 o 140 escaños, 15 o 16 menos que en la repetición electoral de noviembre de 2019; esto significaría que tendría que sumar 36 o 37 más, casi el resto del parlamento, para poder volver al modelo Frankenstein, pero con muchísimos más pedazos.

Además, las relaciones actuales del PSOE –que sin duda aceptaría como una victoria el bloqueo y la repetición electoral– con independentistas, nacionalistas y regionalistas son mucho más complicadas y el precio a pagar a alguno de ellos podría ser inaceptable incluso para alguien como Pedro Sánchez, que parece esperar, como buen baloncestista, esa canasta en el último segundo que nos lleve a todos a una inquietante prórroga.