Las ratas y la madrastra de Blancanieves

Feijóo en Canarias

EFEFeijóo en Canarias

Cuando la bancada popular se puso en pie este miércoles para despedir con una gran ovación a Pablo Casado, tras la que muy probablemente ha sido su última intervención como líder de la oposición, se hizo patente una vez más que "en España enterramos muy bien" como dijera hace mucho tiempo el desaparecido pero siempre recordado Alfredo Pérez Rubalcaba.

Además de asistir en directo a un delirante ejercicio de autodestrucción política, estas últimas horas han servido para observar desde la primera fila de este matadero mediático lo bajo que puede caer un servidor público cuando deja a un lado principios y lealtades y se lanza en una indigna espiral de supervivencia y cobardía al grito de sálvese quien pueda. La falta de ética y la podredumbre, la infamia que hemos podido ver en estas ratas disfrazadas de políticos, o políticos ataviados de ratas que lo mismo da, y que se han lanzado del barco que se hunde para buscar alojamiento en las cloacas del siguiente, deja al descubierto la cara azul oscura casi negra de la condición humana.

Acontecimientos como estos vienen a demostrarnos lo que es capaz de rebajarse el profesional de la política -que no político en el sentido más noble del término-  cuando ve peligrar el asiento de diputado o el puesto en las próximas listas que le permita seguir jugando a ser lo que evidentemente ya no es y posiblemente nunca fue.

La traición en política forma parte de la propia política; acuchillar por la espalda, negar tres veces, escupir al paso del caído y abrir los brazos al que está por llegar, también. Un servidor nunca ha creído que Pablo Casado fuera el líder que pudiera conducir a su partido a la Moncloa, y escrito está, pero ver cómo los que siempre le han rodeado, le han reído las gracias y han mantenido habitualmente una posición casi servil y humillante frente al líder se retiran ahora a su paso y le dan la espalda, resulta obsceno y una ignominia para la profesión política. Son mujeres y hombres con nombres y apellidos, que están en boca de todos, pero que no citaré para no hacerles publicidad.

Por todo esto, ver el espectáculo funerario del Congreso, escuchar los aplausos de aquellos que le han abandonado y ver la cara de quienes se ponían en pie en el hemiciclo, provocaba una cierta náusea. Y empezar a escuchar ya epitafios favorables del caído por parte de quienes le han animado a despeñarse por el precipicio nos lleva directamente al vómito, además de traernos a la memoria la sentencia de Rubalcaba.

Muchas de las actitudes canallas e inhumanas que estamos viendo me recuerdan a las de aquellos propietarios de animales de compañía que aprovechan un viaje largo para abandonar a sus mascotas en plena carretera, cuando no al abuelo, porque en la nueva casa de la playa o de la montaña no aceptan ni perros ni tan siquiera ancianos.

Muerto está Pablo Casado; su obituario político está repleto de múltiples errores que dejaron al descubierto una lastimosa falta de proyecto y también un liderazgo débil y acomplejado. Pero la historia del Partido Popular continúa. Isabel Díaz Ayuso puede respirar satisfecha tras ser la mano ejecutora aunque el resultado final no haya sido, probablemente, el esperado. Ella que siempre iba a permanecer en Madrid... hasta que España le pidiera un sacrificio, se acaba de dar cuenta de que España a quien le ha pedido el sacrificio ha sido a Alberto Núñez Feijóo, al que por ahora no va a poder matar como ha hecho con el hombre que la llevó a ser cabeza de cartel en la Comunidad de Madrid.

La vida es larga y el recorrido fúnebre que el descabezado ha hecho este miércoles con su cabeza bajo el brazo, como hiciera San Lamberto, a buen seguro despertará cierta empatía y hará preguntarse a no pocos votantes del PP si realmente el sacrificio y escarnio público eran necesario. Ahora, Casado da pena y esto aunque resulte lamentable puede acabar siendo una carga insostenible para todos aquellos que le han preparado un ataúd tallado a mano. Además, esa frase que se le atribuye y que parece grabada a fuego sobre su cadalso –“yo no he hecho nada malo y no sé por qué tengo que irme”-, puede acabar retratando también a la madrastra de Blancanieves, como un alto cargo del PSOE en Madrid denomina a Isabel Díaz Ayuso. “Y a los ciudadanos, no nos olvidemos, no les gusta que al final gane la madrastra”, añade.