En TikTok ha nacido una estrella

El consejero delegado de la china TikTok, Shou Zi Chew, ante el comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes de EEUU.

EFEEl consejero delegado de TikTok, Shou Zi Chew, ante el comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes de EEUU.

El pasado jueves, el Congreso de Estados Unidos pareció convertirse durante horas, muchas, en un plató de televisión donde tenía lugar la gran final de “Ha nacido una estrella”. Y como vivimos en un mundo donde gana la imagen sin que importen tanto las palabras – también es verdad que se las lleva la brisa en cuanto se abre una ventana -, la maratoniana sesión del comité de la cámara de representantes estadounidense que investiga TikTok se saldó con la victoria del CEO de la cuestionada compañía, Shou Zi Chew, a pesar de que sus respuestas no sirvieran para tranquilizar a los congresistas. Tampoco a ninguno de los muchos gobiernos occidentales que ya han prohibido la instalación de la red social en los dispositivos de quienes trabajan en oficinas públicas. Fueron horas y horas de duros reproches e inquisitivas preguntas disparadas por los congresistas contra el elegante Chew, de 40 años y originario de Singapur, que ni se despeinó mientras rechazaba, sin argumentos de peso pero seguro de sí mismo, las acusaciones que le llovían a diestro y siniestro. Literalmente, porque en este tema republicanos y demócratas se dieron mayoritariamente la mano.

Uno a uno, congresistas de ambos partidos expresaron sus “dudas” sobre la forma en que la aplicación propiedad de la firma china ByteDance recopila datos de sus usuarios y qué acceso a ellos tiene su gobierno. También acerca del impacto de la plataforma en el bienestar social y la salud de los más jóvenes, momento en que se mostró al “interrogado” un pantallazo de retos mortales en TikTok. Pero Chew no se amilanó a pesar de las constantes interrupciones. El ejecutivo, hasta ahora desconocido para el gran público, se permitió incluso alguna que otra contraofensiva. “Con el debido respeto, las empresas estadounidenses no tienen un gran historial con la seguridad de datos. Miren a Facebook y Cambridge Analytica”, replicó sereno cuando se le acusó de falta de privacidad, recordando a sus “inquisidores” el escándalo de la extracción de información de usuarios que llevó al CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, a sentarse en 2018 en la misma silla que él ocupaba ese día.

En realidad, la guerra estadounidense contra la famosa aplicación empezó en tiempos de Donald Trump, durante la escalada del conflicto arancelario. Sin embargo, la intención del ex presidente de prohibir TikTok se vio entonces como una medida de presión en aquel tira y afloja comercial en el que ninguna de las partes estaba dispuesta a ceder un milímetro y, a pesar del debate sobre los riesgos de seguridad de la aplicación, aquella primera “ofensiva” fracasó definitivamente cuando Joe Biden, anuló la propuesta de su antecesor. En China – perdón, en TikTok – respiraron aliviados. Soplaban nuevos vientos; fin de la amenaza. Es lo que tienen los perfiles de mandatarios malencarados y paranoicos como Donald Trump: todo lo convierten en personal, no conocen la diplomacia, pretenden negociar al tiempo que ofenden y, en definitiva, acaban desvirtuando cualquier debate que, quizás, enfocado de otra forma, prosperaría.

Como ha ocurrido ahora con TikTok. Aproximadamente tres años después de aquel inicio de guerra, volvemos a estar casi en el principio, de nuevo para terror de ByteDance, la multinacional china propietaria de la famosa red social. Al principio, pero no en la casilla de salida… Porque en Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y muchos países europeos ya se ha prohibido a los funcionarios gubernamentales instalar TikTok en teléfonos de uso oficial y la aplicación ha pasado de los 800 millones de descargas en todo el mundo a sumar ahora más de 3.500. Sin olvidar que hace tres años no existían las tensiones geopolíticas entre China y los países occidentales, agravadas por la reciente visita del presidente chino a su amigo Vladimir Putin.

Para colmo, ByteDance no ha completado su plan anunciado hace tres años, el llamado “Proyecto Texas”, para situar en suelo estadounidense el almacén de datos de los usuarios de ese país. Quizás en la compañía pensaron que, eliminado Trump, ya no era necesario andarse con tonterías, pero lo cierto es que un informe de seguridad cibernética publicado en julio de 2022 por investigadores de Internet 2.0, una empresa australiana, parece dar la razón a los más desconfiados. Los investigadores estudiaron el código fuente de la aplicación y detectaron que lleva a cabo una “recolección excesiva de datos”, detalles como la ubicación de los usuarios, qué dispositivo específico están usando y qué otras aplicaciones alberga su móvil. Y ese no sería el único problema, la cuestión es que para muchos países existe un riesgo creíble de que TikTok pueda permitir a China rastrear las ubicaciones de empleados y contratistas, crear expedientes de información personal con fines de chantaje e incluso realizar espionaje corporativo. De modo que gobiernos occidentales liderados por mandatarios poco sospechosos de padecer delirios paranoicos han llegado al punto de ver en la aplicación una especie de “caballo de Troya”, o como dijo el congresista Dave Joyce en la comparecencia del jueves, “un espía en los bolsillos de los estadounidenses”.

Y si hasta 2017 algunos lo consideraban un “riesgo teórico”, la nueva Ley de Inteligencia Nacional aprobada en China aquel año reavivó el clima de temor: su artículo 7 establece que todas las organizaciones y ciudadanos chinos deben apoyar, ayudar y cooperar con los esfuerzos de inteligencia chinos. Aunque desde entonces los ejecutivos de TikTok se han empleado a fondo para convencer al resto del mundo de que sus empleados no pueden acceder a los datos de los usuarios de otros países, muy pocos les han creído. Como antecedente, el único que de momento ha transcendido, a finales de diciembre de 2021 ByteDance tuvo que admitir que varios de sus trabajadores en Pekín obtuvieron los datos de, al menos, dos periodistas estadounidenses y un “reducido número” de otros usuarios. El motivo: rastrear sus ubicaciones con el objetivo de comprobar si se estaban reuniendo con empleados de TikTok sospechosos de filtrar información a los medios de comunicación. Ya saben que desde que se inventó la excusa… La portavoz de la polémica red social quiso, sin lograrlo, tranquilizar al mundo con un comunicado que anunciaba el inmediato despido de los empleados que accedieron a dichos datos, pero a falta de confirmación en el hermético país - un ejército de policías de internet elimina el contenido molesto - quizás lo que ocurrió en realidad fue que les dieran una medalla… O que les sancionaran por haber sido pillados.