Quizás sea este un buen momento para recordar la figura de Pablo Casado ahora que el líder del PP Alberto Núñez Feijóo anda de perfil -con su pose favorita- y por la sombra, rehuyendo plantar cara y enfrentarse al jefe de Vox, Santiago Abascal, a raíz de la crisis abierta por el aborto en el Gobierno de coalición Castilla y León de PP y Vox, que meses atrás bendijo Feijóo.
Un Abascal que, en octubre de 2020, pretendió desbordar al PP y erigirse en líder de la Oposición presentando en el Congreso una moción de mensura contra el presidente Pedro Sánchez que, naturalmente, Vox perdió. Y en la que Pablo Casado vapuleó a Abascal y a Sánchez con un brillante discurso -que hasta Pablo Iglesias reconoció citando a Castelar- de esos que no se escuchan en el Parlamento de este país, huérfano de oradores y sobrado de descalificaciones.
Casado puso a Abascal y a Vox en su sitio y, sin renunciar a confrontarse con Sánchez de manera implacable -ahora se lleva la ‘moderación’- marcó una línea divisoria entre el PP y Vox. La que se fue diluyendo desde la llegada de Feijóo a la presidencia del PP tras las conspiraciones del ‘crimen político’ de Pablo Casado -que están por desvelar- y que pueden que salgan a flote en un plazo no lejano.
Sobre todo si Feijóo no obtiene un buen resultado en las elecciones del 28 de mayo, autonómicas y municipales, lo que descartan en la alta dirección nacional del PP. Pero que, de ocurrir, abrirían en los entornos de Ayuso y de Aznar las viejas intrigas con las que en su día liquidaron a Casado, en la creencia Aznar de que el populismo de Ayuso acabaría con Sánchez.
Pero su maniobra fue tan burda que Rajoy apareció y acabó colocando al frente del PP a su pupilo Feijóo, mientras Aznar se replegaba y ocultaba la ambición nacional de Ayuso hasta una mejor ocasión.
De manera que habrá que estar muy atentos a los resultados del 28-M de los que las encuestas, de momento, ofrecen una victoria al PP de Feijóo y para los que todavía faltan cuatro meses y medio que son una eternidad y una agotadora campaña electoral.
En la que Sánchez derramará el cuerno de la abundancia presupuestaria y de los fondos europeos sobre el cuerpo electoral progresista y hará tronar su poderoso aparato mediático contra Feijóo, como lo están haciendo ahora en Castilla y León para tapar el PSOE sus vergüenzas legislativas en apoyo de delincuentes violadores y agresores sexuales (cerca de 200) y sediciosos, malversadores y corruptos, amparados por las reformas del Código Penal.
Pablo Casado es un buen político que ha sufrido una destitución injusta y promovida con el desbordamiento de los propios estatutos del PP, y al que su partido debe un reconocimiento y rectificación y al que el tiempo puede darle la razón como empieza a vislumbrarse en Castilla y León.
Convertido ahora por Sánchez en un ensayo general frente a los posibles y futuras pactos de Feijóo y Abascal tras los comicios locales y regionales del 28 de mayo, donde los bloques de izquierda y la derecha deberán pactar pera conseguir alcaldías y gobiernos autonómicos. Lo que Sánchez tiene asumido con gran desparpajo en el gobierno nacional, mientras que Feijóo disimula intentando nadar y guardar la ropa al paso del Pisuerga bajo el gobierno de Valladolid que en el alero está.