Hace unos días nos dejaba el que para muchos es el “inventor del Aragón moderno”, un turolense cuya patria era también, una casa donde cocinar ideas y recibir a los amigos. Una casa con corazón y empatía. Un aragonés que, junto a José Antonio Labordeta, su entrañable amigo y compañero de batallas, alargó el nombre de esa tierra de niebla y sol, fría y austera que es Aragón, a la que amó y que siempre llevará su apellido.
Estiro mi memoria y en ese viaje casi me vuelvo transparente, han pasado muchos años desde que comencé a colaborar con la revista Andalán. Luis Alegre y yo fuimos los últimos en llegar a aquella redacción plagada de señores sabios y sabiondos. Fue en el 1983 y fue después de un homenaje al poeta Bergamín, en el Teatro del Mercado, en Zaragoza, donde leía temerosa mis primeros poemas en público acompañada de José Antonio Labordeta. Luego, en una cena en el tradicional comedor de las gentes de Andalán, que era Casa Emilio, me invitaron a unirme a esa redacción de los lunes donde vivían poetas, catedráticos, artistas, abogados, políticos…, casi todos hombres, y donde no dude en unirme. Eloy me recibió como un padre y fue desde entonces “mi director” y luego, ya cerrada la revista, “mi querido director”, título que siempre ostento aún después de ese cierre obligado.
Andalán, cincuenta años ya desde su creación, fue una escuela de compromiso y de periodistas y para los últimos en llegar, ya la democracia creciendo, un ejemplo de cómo no quemarse en la hoguera de las vanidades locales. Un lugar de encuentro y de crecimiento profesional y personal donde aprender a pensar, a escuchar y donde pulir tus escritos. Una mesa donde las diferentes voces de la izquierda hablaban y se encontraban para frenar la resignación y donde los recién llegados a casi todo nos empeñábamos en aprender.
En Teruel
Eloy, José Antonio Labordeta, Magüi Mira, José Sanchis Sinisterra, Juana de Grandes, se encontraron en Teruel, en el Jesús Ibáñez, como profesores del Instituto de Enseñanza Media. Por aquel entonces la pequeña ciudad de provincias era un desolado destierro donde les tocó ir a cumplir su misión de educadores, pero eran jóvenes y podríamos decir que estaban enamorados de lo que era ese oficio de enseñar y tenían el firme propósito de hacerlo. Eran los años setenta y la grisura del paisaje y el velo de la dictadura les llevaría a unirse y a pensar Aragón y a soñar la democracia.
Nace ahí Andalán, Eloy será siempre su director, y uno de los costureros intelectuales de esa tierra, que se había ocultado para sobrevivir en la cruel dictadura franquista, bajo el manto de la Virgen del Pilar y el silencio. Son los años donde profesores y alumnado, chicos y chicas de los pueblos de Teruel, muchos de ellos estudiando con becas o gracias a un gran esfuerzo familiar, van a encontrarse: Carmen Magallón, Manuel Pizarro, Federico Jiménez Losantos o Carbonell, que no sobrevivió a la maldita pandemia. Alumnado sobresaliente, Generación Paulina, que siempre reconocerá a los maestros, que les abrieron el mundo, y que siempre mantendrá su admiración y cariño hasta el final.
La curiosidad y el método
Si algo caracterizaba a Eloy era su curiosidad incansable y su espíritu metódico que le llevó a interesarse por muchas cosas y a ejecutarlas sin miedo al trabajo. Páginas y páginas sobre Aragón, unos 50 libros que empiezan con títulos como La ilustración aragonesa, Aragón Contemporáneo… y su vindicación de gentes como Joaquín Costa del que fue uno de sus grandes valedores y al que devolvió a la “escena pública” para seguir creando más Aragón y devolver a sus gentes un patrimonio humano e intelectual oculto, que les pertenecía.
Participó en la creación del Partido Socialista de Aragón, PSA, pero la política de partido lo decepciono y como Costa: “no legisló”, aunque la política siempre estuvo en su hacer de vida y de compromiso. No rebló, ni un momento, y jugo al escondite más de una vez con la censura y también conoció la cárcel.
Eloy es el padre de La Gran Enciclopedia Aragonesa, de doce tomos, y de la Biblioteca de Cultura Aragonesa. Nada le era ajeno y todo contaba en él con esa pasión desmedida que forja los proyectos más peregrinos, desde la literatura hasta cine. Sus intensas memorias son un paseo por la historia de Aragón y en definitiva de este país diverso y tantas veces igual que es España.
No amamos lo que no conocemos
Se empeñaba y mucho en que conociéramos nuestra tierra y la amaramos sin complejos de inferioridad, enfermedad que hemos padecido, aun sin saberlo, los aragoneses. Ese fue el gran compromiso de Eloy y de sus amigos y amigas, que forman ya el paisanaje de esta nuestra tierra: Labordeta, Gastón, Carbonell y tantos otros que a su manera han dado nombre a nuestra historia más reciente llenándola de canciones, poemas, cuadros, leyes... y vidas que son referentes de un pueblo. Maestro de periodistas y maestro de historiadores, su gran vocación fue la enseñanza y la vida.
Le recuerdo en esa redacción del lunes, socarrona y exigente, donde siempre tenía una sonrisa amable para los novatos y donde yo aprendí de su mano, cuando éramos muy jóvenes, lo que era ser de un lugar y amar esa tierra y a sus gentes. Yo era esa tierra y esa gente, soy. Diversos e iguales.
En el penúltimo número de Andalán, Eloy decidió que fuéramos Carmen Magallón y yo las coordinadoras y le planteamos un color feminista, en un espacio poco dado a lo violeta y dimos con un editorial titulado: “El futuro es mujer”. Generoso y entusiasta hasta el final, era Eloy la persona más cariñosa de aquella mesa de redacción que nos unió para siempre.
Fuera una presentación de tus primeros libros, allí estaba acompañándote, junto a Marisa de Santiago su amada compañera, o pidiéndote una colaboración, preocupado por tu tiempo de paro en Madrid, por la vida de los amigos, por tu hija. Recordándote que enviaras tu artículo para celebrar los cincuenta años de Andalán, hace apenas unos meses.
Despedida
Escribo este obituario desde la emoción, con la tristeza de esas ausencias de cuando nos dejan los imprescindibles, personas que nos han acompañado y que sabíamos siempre estaban ahí, como el aíre. Se fueron antes: Labordeta, Gastón, Delgado, Carbonell… compañeros de sueños, algunos ganados. Se van algunos de los pilares de ese Aragón, tan austero como valiente, y que nos han hecho crecer en muchas direcciones. Vamos perdiendo las referencias.
He sido una mujer afortunada por haber conocido a Eloy, mi querido director, y haber disfrutado de ese saber esforzado y generoso. De ese cariño y de esos, como decía Eloy al despedirse: “Abrazos crujientes”, telefónicos, que me despedían.
Gracias, Eloy. Hasta siempre, querido director. Abrazos crujientes.
“Somos / como esos viejos árboles/ batidos por el viento/que azota desde el mar/
Hemos/ perdido compañeros/ paisajes y esperanzas/en nuestro caminar/
Somos/ como esos viejos árboles”. José A. Labordeta
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Teresa Agustín es poeta.