Ya no nos gusta el VAR. Se trajo el invento al fútbol español con el deseo de eliminar injusticias y ha servido para ello, pero empezamos a discutir si se está embarazada o poco embarazada. Es decir, es fuera de juego por poco, por un pie, por lo que manda el reglamento, pero no nos gusta si tenemos que argumentar que el gol anulado a Asensio fue por centímetros o milímetros si se quiere. La cuestión estuvo en sí estuvo en fuera y no en que estuviera por poco. Y lo estuvo aunque no nos gustara que se dictaminara la anulación.
El VAR ha traído más justicia que lo contrario. Durante años hemos vivido de las apreciaciones de árbitros “palomas o halcones” que decía mi amigo y tristemente desaparecido Alfonso Asuara y con ello vivíamos las noches de los domingos y las ediciones del lunes. En mi caso, solamente he discutido en el VAR que algunas situaciones se hayan prestado a la interpretación. Si con las imágenes a la vista ha habido colegiados que han dicho lo contrario que otros ha sido debido a la diferente interpretación del hecho. La visión de las imágenes de determinadas situaciones han servido para evitar errores y el balance, por el momento, es favorable al sistema del que nos estamos valiendo.
Ahora, para salir de más discusiones se implantará el artilugio que declara el fuera de juego instantáneamente. Bueno será que se instale y bueno será cuanto sirva para que lo que no ve el juez del partido lo delate un aparato tecnológico.
Lo que será siempre imposible de modular será la actitud de los árbitros frente a los jugadores. Porque habrá quienes se sientan más respetados que otros. Seguirá siendo más fácil, menos problemático, expulsar a un futbolista del Elche que a uno y no necesito citar nombres. Los grandes seguirán estando más protegidos. Cualquier error le puede costar la vida al artista como se dice en el circo y el fútbol, a veces, tiene mucho de vida circense. Pero al trapecio sin red protectora suben ser los mismos de toda la vida.
Posdata. La calidad de la selección española se medía, fundamentalmente, por el número de jugadores pertenecientes a Madrid y Barcelona. Todos los seleccionadores deberían estar perdonados porque sus derrotas, en parte, provienen de la cantidad de extranjeros que alinean los más grandes.