Los socialistas de a pie y sus mentores han repetido hasta la saciedad que hay líneas rojas que Sánchez nunca cruzaría. Las ha cruzado- “nunca pactaré con Bildu”, los separatistas han entrado en rebelión, a Puigdemont lo traeré a España para que responda ante la justicia… y ahora se dispone a hacerse pipí ostentosamente en una de gran tamaño, la de la amnistía.
Los voluntaristas se aferran a que, aunque mentalmente Sánchez ha dado ya el paso, dada la catadura moral del personaje, el apoyo de alguno de los grupos separatistas le resultará problemático e incluso va a encontrar problemas con la risueña Yolanda Díaz. Y por supuesto que la batalla del Constitucional no la tiene ganada.
Lo primero, los mohines negociadores, para mí es chalaneo, regateo comercial e implica desconocer, después de cinco años, la verdadera mentalidad de Sánchez. ¿Si está dispuesto a conceder la amnistía violentando la Constitución y ridiculizando al Rey, que le importa dar a los vascos lo que le pidan sobre la salida de la Guardia Civil de Navarra , a Puigdemont la condonación de varios miles más de millones y a la risueña Yolanda un ministerio para Ada Colau? Todo esto son futesas, calderilla para el gobernante Sánchez maestro-tahúr del trueque político porque cuenta con una baza de las que los otros carecen: tiró por la borda toda clase de escrúpulo mientras que sus adversarios conservan una buena parte de decencia.
No hay que extenderse sobre que Sánchez dará, siempre, con dosis, lo que le pidan y para lo que Conde Pumpido encontrará un encaje legal. Lo que ya es notorio en estas fechas es que el PSOE, alertado o aletargado, ha entrado en la misma senda. Lo que, hace tres meses, parecía sagrado e intocable a centenares de dirigentes y miles de militantes ahora es flexible y transformable. En aras del “progreso” y con objeto de parar a los fascistas tragan con lo que sea. Es el partido socialista, al que se llena la boca tachando de fascistas a la gente de derecha, el que está dispuesto a colaborar gozosamente para asentar un mandoble irrecuperable a la Constitución que antes veneraban.
Ver, en estos días de cultivo de la amnistía, a todos los secretarios provinciales firmar un escrito de adhesión inquebrantable a Sánchez, no oír la menor disidencia de nadie que tenga un cargo, aunque sea concejal de Mataporquera de Abajo, te hace replantearte donde está actualmente el PSOE, el grueso del partido. Y la conclusión es que no está con la socialdemocracia de Felipe González sino con el populismo disparatado, escasamente democrático de Largo Caballero, otro golpista que curiosamente aún conserva una estatua en Madrid. También se orinó en la Constitución de la época.