El desenlace de las elecciones del 23 J y la subasta del precio del poder prueba que la evolución de nuestro sistema democrático en los 45 años de Constitución ha sufrido un proceso de involución. Si el acuerdo de aprobación de la Constitución en 1978 acreditó la madurez de los dirigentes de los partidos, desde la derecha hasta la izquierda, el momento actual refleja la baja cotización de la calidad democrática.
En las elecciones alemanas de 2021 el SPD obtuvo 206 escaños, con una subida de cincuenta y tres representes, mientras la democracia cristiana llegó a 196, diez menos, con una diferencia en número de votos de algo mas de 770.000.
En nuestras elecciones, el PP consiguió 137 escaños,16 mas que el PSOE subiendo 48 escaños y una diferencia de mas de 330.000 votos, además de controlar con mayoría absoluta el Senado que participa en el procedimiento de elaboración de las leyes.
Desde la noche electoral Ferraz planteó dos líneas de comunicación. Que las elecciones habían ratificado la mayoría “progresista”, dando por supuesto que la investidura estaba acordada y, por tanto, cerrada, y que el PP, versus Núñez Feijoo, había “perdido” las elecciones.
Los resultados de las generales han llegado inmediatamente después de unas elecciones autonómicas y municipales que han mandado a la oposición a gobernantes socialistas, con la única excepción de García-Page en Castilla La Mancha.
Viendo bailar a algunos dirigentes socialistas en la noche electoral hay que reconocer la gran capacidad para hacer el ridículo que exige maquillar un mal resultado del partido del gobierno. Un mal resultado en cualquier país europeo. Luis Carandell habría subido las imágenes del baile con un pie de foto a su libro Celtiberia Show publicado en 1970.
De momento no hay nada resuelto, por mas que los canales del PSOE quisieron montar una vía rápida en la designación del candidato que corresponde al Rey constitucionalmente.
Con la celebración de la Diada y la comunicación por “simpatía” del modelo independentista catalán al PNV, el menú de pactos personalizados que tendrá que hacer el PSOE con Yolanda Díaz trajinando de por medio y los calendarios electorales en Cataluña y País Vasco, no hay que darlo por cerrado.
Como en la teoría de los juegos, el menú cocinado por el PSOE para cada uno de los partidos rémoras va a alterar el acuerdo previamente acordado. Junts y ERC y PNV y Bildu tienen al mismo tiempo sus ligas particulares en las elecciones que se celebraran en julio de 2024 las vascas y en 2025 las catalanas, si no se adelantan.
Como ya ha diagnosticado la prensa internacional, la política en España va a estar bloqueada por lo menos durante el final de 2023, lo que va a devaluar el semestre de presidencia comunitaria en el que Pedro Sánchez se las prometía muy felices para consolidar su imagen internacional.
Con las voces críticas de los socialistas históricos, como González y Alfonso Guerra que se van a multiplicar por los compañeros que no cambian su independencia por el pesebre del nombramiento en el BOE y un previsible deterioro de la situación económica hasta el otoño de 2025 por las tensiones inflacionistas, sube ya el precio del gas y la electricidad, el medio ambiente para el enjugue de Pedro Sánchez con los independentistas sigue en el aire.
Junts se ha adelantado y ha tomado posición en el tablero de los pactos antes que su competidor ERC y la previsión es que marcará el calendario en función de los intereses de Puigdemont y de las elecciones el día después del pacto.
Desde luego no va a permitir que gobierne Nuñez-Feijoo. No cabe duda. Pero tampoco va a aceptar una agenda de futuribles sin garantía.
La subasta del precio del poder de Pedro Sánchez solamente ha comenzado.