Tan cierto como que Bildu, o si lo prefieren Sortu o si lo prefieren Herri Batasuna, le ha reventado la estrategia a Pedro Sánchez y ha dejado al descubierto las muchas vergüenzas del presidente y del PSOE, es que el Partido Popular ha perdido el norte, el sur, el este y el oeste en su fanático intento de convertir a la formación abertzale en el único credo, al menos de momento, que parece guiar esta larguísima campaña electoral que finalizará previsiblemente el próximo 10 de diciembre con escala previa este próximo 28M.
Si Bildu es todo lo que Alberto Núñez Feijóo tiene que ofrecer a la sociedad española, mal vamos. Si el PP se ve en la obligación electoral de volver a sacar a colación a los asesinos que asolaron España durante años, mucho peor todavía.
Y si encima sucumbe a la deplorable tentación de acusar al presidente de estar más cerca de los asesinos que de las víctimas de ETA -le hubiera bastado decir que Sánchez y su partido prefieren a Bildu o Sortu o Herri Batasuna antes que al PP, lo cual es verdad- o de enviar a algunos de sus acólitos a verbalizar que la reciente Ley de Vivienda tiene sus raíces en los atentados de Hipercor de Barcelona o de la plaza República Dominicana de Madrid -lo que además de ser mentira resulta una interpretación lamentable de la realidad- no le arriendo la ganancia electoral a quien aspira, o al menos aspiraba, a cambiar las obsoletas reglas del juego que han marcado durante tantos años la vida política de los partidos de la derecha en España.
A la legal pero indecente política de Pedro Sánchez de llegar a todo tipo de acuerdos, los que sea menester, con quien le facilite y le pueda seguir facilitando su continuidad en el cargo, se suma ahora esta disparatada verborrea demencial de un PP que está demostrando que por ahora sólo tiene cadáveres en su programa electoral y que ha olvidado que cuando Aznar o Rajoy vivían en la Moncloa, o Alfonso Alonso era alcalde de Vitoria, también hablaban euskera en la intimidad con la izquierda abertzale.
Es bien cierto que no han sido los populares sino Bildu quien ha metido a ETA en campaña. Y también lo es que el PSOE se ha sentido bastante cómodo todos estos años en compañía de Arnaldo Otegi y que aspira a seguir en la misma línea en el futuro si así le salen las cuentas. Pero esto no debería justificar un discurso electoral añejo, interesado pero escasamente interesante y sin ideas como el que está llevando a cabo el PP, más cercano a la ultraderechista formación de Santiago Abascal que a un partido de centro derecha abierto que debería ir mucho más allá políticamente hablando, especialmente cuando aspira a convertirse en la fuerza política gobernante de este país.
Al PP hay que exigirle, al igual que a todos los partidos democráticos, un recuerdo permanente, constante y sincero con relación a las víctimas de ETA -853 asesinados y más de 2500 heridos entre 1968 y 2010, según el Ministerio del Interior- pero también que se aleje de ese dolor electoral que, aprovechándose del sufrimiento y del odio que siempre ha provocado el terrorismo etarra, sale cual conejo de la chistera conservadora cada vez que las urnas se adivinan en el horizonte.
Podríamos decir sin temor a equivocarnos que el PP está trabajando para Vox; que se viste de Vox, que quiere ser como Vox pero con sus siglas de siempre. Ignora torpemente, además, que el partido de Abascal, de seguir con esta dinámica los populares, va a ser el gran beneficiado de la inclusión de 44 etarras en las listas de Bildu. El frenazo demoscópico que están detectando en Génova en las últimas semanas le ha metido el miedo en el cuerpo al partido conservador y les ha hecho ir a la desesperada en busca de nuevos votos en un caladero tan peligroso como siempre resulta ser el de la extrema derecha.
Pero además de peligroso, este intento de arrimarse al electorado de Vox es conceptualmente erróneo y posiblemente acabe provocando, si de votos hablamos, lo contrario de lo que pretende el equipo de Feijóo. ETA, y por ende Bildu, es una de las razones que justifican la existencia de la formación de extrema derecha, podríamos decir que está en la génesis de su nacimiento. Y el votante indeciso que tenga a ETA o a Bildu entre ceja y ceja cuando se acerque a las urnas siempre va a preferir el original a la copia interesada por la cercanía de unas elecciones. Salvo que hablemos, claro está, de Isabel Díaz Ayuso.
Con ETA de por medio, la presidenta madrileña cabalga en unas coordenadas más cercanas a Abascal que a su presidente. No le está importando utilizar a las víctimas y a sus familiares en busca de una presunta pero lamentable rentabilidad electoral. Y con su intento -ella tiene fuerzas para todo- de retar nuevamente a Feijóo pidiéndole que el PP trabaje en la ilegalización de Bildu, cuando el presidente popular acababa de señalar que con la ley en la mano no hay nada que hacer en ese sentido, demuestra que la lideresa madrileña va a lo suyo y que lo suyo no siempre coincide con los intereses ni de su partido ni de su presidente.
Son momentos complicados para un líder popular que a veces parece estar asesorado por sus peores enemigos; tiempos de hacer política en serio, de mayores, no de volver a derramar, por enésima vez, sal sobre viejas heridas. Y no va a ser echándose al monte de Vox, ni volviendo a desenterrar a las víctimas de la barbarie etarra como va a solventar sus problemas electorales o de proyecto de futuro o a frenar la escondida ambición de quien está esperando cualquier tropiezo para volver a comerse a un presidente del PP, su afición favorita.