La convocatoria que ha hecho Carles Puigdemont de su llamado ‘Consejo de la República' para decidir, en la última semana de octubre, sobre si JxC apoyará la investidura de Sánchez es un simple teatrillo.
Con el que el prófugo de Waterloo pretende, compartir responsabilidades con su gente a la hora de justificar su rendición ante Pedro Sánchez, renunciando a su pomposa y amenazante declaración del pasado 5 de febrero en Bruselas.
Una soflama ‘patriótica en la que Puigdemont le exigió a Sánchez lo siguiente:
- Una Ley de Amnistía para antes de la investidura.
- La presencia de un ‘relator’ internacional en la negociación con el PSOE.
- Un referéndum de autodeterminación
- Mantener la amenaza de otra declaración unilateral de independencia.
Pues bien, Sánchez ya ha rechazado todas las exigencias de Puigdemont, salvo la Ley de amnistía que sólo podría ser aprobada en el plazo de un año como poco y siempre que no la tumbe el Tribunal Constitucional.
De manera, que Puigdemont deberá apoyar la investidura de Sánchez a finales de octubre o a primeros de noviembre. Sin la garantía de que el TC apruebe la Ley de amnistía y con el riego de que en ese tiempo Bélgica lo extradite a España para ser detenido y juzgado.
Mientras, Sánchez piensa ir cerrando acuerdos para lograr su investidura primero con Sumar, luego con Bildu, PNV y ERC y dejará a JxC para el final. Y si Puigdemont no se rinde será Sánchez, y no Puigdemont, quien decida la repetición electoral en la que es muy probable que JxC pierda la llave que tiene para el controlar la gobernabilidad en España.
Por eso, Puigdemont se rendirá ante Sánchez y reculará convencido de que Sánchez, salvo en la amnistía y pendiente de lo que decida el TC dentro de un año, no va a claudicar en nada más. Además, sabido y demostrado es y está que Puigdemont es un cobarde y por lo tanto no se atreverá a forzar una nueva repetición electora, porque lo único que le preocupa es su amnistía personal.