Presume el presidente Sánchez, que está que se sale de ‘triunfo en triunfo’, de que los 10 partidos que aprobaron en el Congreso los PGE de 2023 y la reforma del delito de sedición representan a 12 millones de votantes. Los que Sánchez se atribuye personalmente como si fueran de su propiedad confundiendo a los electores con los diputados, a los que los jefes de los partidos tienen bajo su férreo y absoluto control.
No en vano si se sometiera a referéndum su plan de reforma del delito de sedición o la expulsión de la Guardia Civil de tráfico de Navarra, Sánchez perdería esas votaciones de manera abrumadora y no le seguirían en esos disparates la gran mayoría de los votantes del PSOE.
Pero Sánchez miente sin cesar y se hace, él solito y a su favor, las cuentas del Gran Capitán para apropiarse 12 millones de votantes como si fueran suyos y de nadie más. Pero no lo son, ni siquiera de los 10 partidos que aprobaron los PGE y la reforma de la sedición.
Y si tan seguro está Sánchez de su dominio absoluto del cuerpo electoral español ¿por qué no adelanta las elecciones generales y se somete ahora al veredicto de las urnas?
Es verdad que el Gobierno gana votaciones en el Congreso pero a base de comprar votos y de pagar a sus socios con altas ventajas de dinero público, concesiones de la soberanía nacional e infamias variadas como la expulsión de la Guardia Civil de Tráfico de Navarra a manos de Bildu, los herederos de ETA y con continuos regalos para los golpistas catalanes de ERC.
Y muy pronto nos dirá Pedro Sánchez, recién nombrado presidente de la Internacional Socialista, que él lidera a los socialistas (ahora en su mayoría populistas radicales) de 132 países del mundo.
Pero da igual, todo son triunfos y medallas para este ‘gran líder’, que dice ser Sánchez de sí mismo y que no se atreve a someterse a las urnas y ni siquiera a una entrevista de un periodista que no sea de la cuadrilla de La Moncloa.
Naturalmente la máscara triunfal de Sánchez caería al suelo si en España existiera un verdadero líder de la oposición y no un político escondido en el burladero del Ruedo Ibérico como es el caso de Feijóo. El que se niega a presentar en el Congreso una moción de censura al gran impostor con el pobre argumento de que perderá esa votación.
Pero por lo menos podría cantarle ‘las cuarenta’ al autócrata de la Moncloa para que una gran parte de españoles se enteren de lo que está pasando de verdad en España y cuál es el verdadero estado de la nación.
Pero preguntamos ¿dónde está el líder del PP y de la Oposición, Alberto Núñez Feijóo? No se sabe. Puede que descansando tras el gran esfuerzo que hizo el pasado martes presentando unas preguntas al Presidente en el Senado.
O sea que entre la euforia desmedida de uno y la ausencia del otro una gran parte de los ciudadanos de este país deambula desconcertada y en medio de una desesperante orfandad a la espera de la próxima cita electoral.