La mala fama de España

Va a pasar mucho tiempo para que España recupere su buen nombre en Europa y también en la escena internacional y económica. Los graves errores y mentiras de Zapatero nos llevaron a una situación límite y obligaron al presidente español a un vuelco y una rectificación frontal de su política económica en solo 48 horas a mediados de mayo, lo que daba fe de su equivocación y de su incompetencia política, al tiempo que dañaba la fama de España que los mercados y los medios internacionales que habían colocado nuestro país junto a la desprestigiada Grecia y en el punto de mira de sus ataques especuladores por desconfianza en la deuda pública y privada de nuestro país. Y en el propio Zapatero convertido en un político que cotiza a la baja en todos los sondeos de opinión y en los grandes medios europeos de comunicación.

La presidencia española de la Unión Europea que ahora termina ha sido un acto fallido. Se pensó que serviría para poner en valor el nombre de España y relanzar en el mundo la imagen de Zapatero y el resultado ha sido exactamente el contrario: los líderes europeos han podido comprobar la debilidad política del presidente español, al que le han obligado a rectificar su política económica de la A a la Z; y nuestro país sufrió el implacable ataque de los mercados y las duras críticas de la prensa internacional. Y a no perder de vista el fracaso de la cumbre con Marruecos, la suspensión de la cumbre euro mediterránea; la negativa de Obama de venir a España para una reunión Europa-EE.UU.; y la inconsistencia de la cumbre iberoamericana con notorias ausencias. Es decir, la “conjunción planetaria” que nos anunció Leire Pajin con motivo de la presidencia española de la UE no solo no se vio por ninguna parte, sino que pudo llegar a convertirse en una crisis irreversible del Euro, entre otras cosas por la debilidad y errores del Gobierno español.

Hasta el punto de que en su despedida de la presidencia europea, Zapatero tuvo que hacer ayer grandes esfuerzos ante los medios de comunicación desmintiendo los rumores sobre los problemas de la deuda pública y privada española, y pidiendo que se publiquen los llamados “test de fuerza” de toda la banca europea entre los que el Banco Santander que lidera Emilio Botín aparece como el mejor del continente.

De todas maneras cuando un jefe de Gobierno como Zapatero se tiene que esforzar en dar explicaciones, a la defensiva, en vez de dar “órdenes” sobre la que debiera ser la indiscutible posición de España, esa es una pésima señal. Aunque, justo es decirlo, Zapatero tarde, mal y de manera atropellada ha puesto en marcha una decidida rectificación -que a muchos aún les parece insuficiente- que ya está en marcha y que, poco a poco, empieza a reconducir lo peor de la crisis española aunque los frutos están por ver y la dureza del ajuste (aún no terminado, porque Zapatero ha anunciado nuevas medidas sin decir cuáles), tendrá efectos negativos en la pretendida recuperación del crecimiento español, y en la salida definitiva de la recesión.

El propio Zapatero está acusando en su rostro y en sus confusas palabras -el miércoles acabó reconociendo que su Gobierno no da buena imagen a España- la gravedad de la situación y la oportunidad perdida de la presidencia de la UE en la que para colmo le ha estallado en las manos el anuncio de una huelga general. Ayer volvió a hacer un chiste de mal gusto cuando le dijo al británico Cameron que la victoria de Suiza contra España está a juego con la solvencia de la banca helvética. Decía esto a pocas horas de declarar que la banca española era la mejor. Ahora le queda la cita del G-20 en Toronto, la fiesta final de la presidencia de la UE en Madrid, la convalidación del decreto de la reforma laboral -que al parecer avalará CiU a pesar de que Durán Lleida la calificó de “un churro”-, el debate parlamentario sobre el estado de la nación, y finalmente la esperada crisis del Gobierno, antes de irse a veranear.