La desafortunada presidencia de la UE

No vamos a culpar al gobierno español de los males que acucian a los países de Europa  y a la Unión Europea  como tal, pero cierto es que España ostenta la presidencia de la Unión y que le ha tocado gestionar momentos difíciles, donde la iniciativa española ha sido bastante lenta, que se suman a los propios problemas internos españoles que también son muchos y de difícil solución, empezando  por la crisis económica y el récord europeo del paro, y siguiendo ahora por el desprestigio del Poder Judicial español, que ha traspasado nuestras fronteras.

La Unión Europea no atraviesa un buen momento de cohesión y estabilidad. Primero fue la crisis financiera internacional que vino de los Estados Unidos y ahora ha sido la gran nube volcánica que ha paralizado el tráfico aéreo europeo y bloqueado la movilidad de muchos millones de ciudadanos. En ambos casos, las instituciones de la Unión Europea no han estado a la altura de las circunstancias, ni han sabido reaccionar con la urgencia y solidaridad que se requería sino que más bien, unos y otros, han regresado a posiciones nacionalistas que dañan la imagen y el prestigio de la UE. Donde solo se tomaron decisiones de urgencia cuando la indignación ciudadana general se ha hecho patente, como ocurre ahora con el caos aéreo y con la imposibilidad de movimiento de millones de ciudadanos; o cuando se ha puesto en juego, a raíz de los problemas financieros de Grecia, la estabilidad y supervivencia del Euro y del propio sistema monetario europeo.

Buena parte de la responsabilidad de todo esto la tienen las primeras potencias europeas, empezando por Francia y Alemania, que exhiben sus galones para mandar pero que se luego refugian en sus respectivas naciones a la hora de abordar problemas del resto o del conjunto de los países de la Unión. Y lo mismo se puede decir de la Comisión Europea, o del Consejo Europeo de la UE, donde el nuevo presidente, Herman Van Rompuy, y peor aún su responsable de exteriores, Catherine Ashton, han brillado por su ausencia, entre otras cosas porque ni uno ni la otra tienen a nivel personal el prestigio necesario para ser oídos y actuar en el nombre de la Unión.

En ambos casos también figura el gobierno de España como presidencia de turno de la UE que está siendo mucho mas azarosa de lo que se esperaba, aunque sabido es que dicha presidencia es más simbólica que ejecutiva, por más que a al gobierno de Zapatero le corresponda tomar la iniciativa. A sabiendas de que será la Comisión Europea (institución que preside otro político bastante desgastado como Durao Barroso) y las naciones de la Unión las que siempre llevan la voz cantante como ocurrió con los gobiernos de París y Berlín a propósito del plan de ayuda a Grecia, que está a punto de iniciarse, que incluye la participación del FMI, y que ha abierto un serio y duro debate sobre la capacidad del Euro para sobrevivir a estas turbulencias.

Aunque para turbulencias las que ha provocado la nube volcánica infectada de cenizas en todo el espacio aéreo europeo sin que en los últimos cinco días se hayan tomado decisiones tanto en el restablecimiento del tráfico en las zonas liberadas o menos contagiadas por la nube del volcán islandés, como en el de la movilidad de los ciudadanos. Ayer, por fin, los ministros de Transporte de la Unión Europea se reunieron en Madrid bajo la presidencia del titular español, José Blanco, y decidieron algo tan elemental como que para ellos la prioridad es la seguridad, y luego la movilidad. El ministro español rechazó las acusaciones de las compañías aéreas sobre la tardanza de la UE en tomar decisiones, diciendo que hacían falta informes técnicos previos, y reconoció que el Consejo no ha estudiado medidas para paliar los grandes daños económicos causados por el bloqueo del espacio aéreo europeo. Y ahora estamos a la espera de la decisión de Eurocontrol para definir las zonas de navegabilidad aérea –lo que previsiblemente se hará esta mañana- y del informe de la Comisión sobre el alcance de los daños económicos causados a las compañías aéreas.

En todo caso, la predicción de la secretaria de organización del PSOE, Leire Pajín, según la cual la presidencia española de la UE se convertiría en un “acontecimiento planetario” ha caído por su propio peso con estas graves crisis financiera y aérea, y ha perdido en el campo diplomático la notoriedad que de ella se esperaba porque el presidente norteamericano Barak Obama ha declinado la invitación de Zapatero de asistir a una cumbre de la UE con Estados Unidos, a la vez que Washington parece haber dejado a la UE en un segundo plano, primando su relación con Rusia y las grandes naciones emergentes, China, India y Brasil. De manera que quienes se esperaban un relanzamiento internacional de Zapatero con su presidencia de la Unión han de revisar esos planteamientos en pos de una posición más modesta y realista. Y sobre todo ajena a cualquier entusiasmo, porque no son tiempos para el optimismo sino para el esfuerzo nacional y colectivo, y sobre todo para la prudencia y la moderación.