Arde Atenas en la huelga general, con tres muertos en el incendio de un banco y varios heridos, mientras la bolsa española sigue cayendo (ayer otro 2,48 lo que suma un 11 por 100 en tres días) mientras el Banco Central Europeo y el FMI advierten del riesgo de contagio de la crisis de Grecia a otras plazas europeas entre las que se encuentra España en compañía de Irlanda, Portugal (apercibida por Moodys de una posible rebaja de su calificación) y puede que también Italia. Y estos temores son los que han marcado el encuentro de ayer del presidente José Luís Rodríguez Zapatero con el líder de la oposición Mariano Rajoy en el palacio de la Moncloa. El presidente temeroso de que la toma de medidas drásticas para afrontar la crisis española degenere en una revuelta social como la griega, que además dañe las expectativas electorales del PSOE en el ámbito de la izquierda y que ralenticen el final de la recesión y el regreso al crecimiento; y el líder del PP convencido de que la única manera de poder relanzar la economía y de aportar credibilidad y confianza a España radica en la inmediata toma de decisiones tajantes para recortar el déficit público, poner en marcha la reforma del mercado laboral y del modelo fiscal y permitir la circulación del crédito en beneficio del empleo. Dos modelos distintos y enfrentados que conducen a la siguiente disyuntiva: ¿es más importante la paz social o la paz financiera? Puede que en el término medio esté la virtud.
En todo caso, Zapatero y Rajoy han conseguido llegar a un acuerdo para la reforma y también el saneamiento del sistema financiero español, en lo que se refiere a las Cajas de Ahorro y han logrado un doble acuerdo para la puesta en marcha de una profunda y acelerada reforma de estas entidades, acelerando los procesos de fusión en marcha y reformando la Ley de Cajas de Ahorro en favor de un proceso de privatización de parte importante –aún no determinado- del capital de las cajas, para abrir su capital a inversores particulares (cotizando en bolsa) a través de las llamadas cuotas participativas que tendrán, como cualquier accionista del resto de los bancos, derechos políticos. Lo que, sumado a los compromisos sobre la independencia y la profesionalidad de los gestores de estas entidades permite anunciar el principio de un proceso de privatización de la Cajas de Ahorro de España, que afecta a cerca del 45 por 100 del sistema financiero español, y cuyo alcance aún está por determinar.
Naturalmente, estos dos acuerdos para acelerar las fusiones pendientes de cajas en apuros, que según Zapatero afecta a un tercio de las entidades de ahorro, y la reforma de la ley de las cajas, tendrán su lectura política y su impacto en las distintas comunidades autónomas, como lo subrayó Zapatero cuando le dijo a Rajoy que las fusiones pendientes no sólo son problema del Gobierno o del Banco de España sino también de los gobernantes autonómicos, en clara alusión a los del Partido Popular. Con todo, falta por ver la cara que ponen los presidentes de las autonomías afectadas, y de manera especial los nacionalistas vascos y catalanes. Sobre todo por el proceso de privatización de las Cajas de Ahorro que ahora se pondrá en marcha y que tiende a expulsar del poder de estas entidades a los partidos políticos, los sindicatos y asociaciones variadas, a favor de una mayor profesionalidad y de la creación, por las fusiones, de una cajas de mayor tamaño y de ámbito nacional. Como falta por ver cuál será el papel de los bancos ante este nuevo proceso que se va a escenificar en el borrador de ley de cajas que el Gobierno se ha comprometido a pactar con el PP en el plazo de tres meses, es decir para finales del mes de julio o mediados de agosto.
Se mantienen, sin embargo discrepancias entre Zapatero y Rajoy sobre el resto de cuestiones que son esenciales para el relanzamiento de la economía española y la recuperación de la confianza general en nuestro país y en los mercados españoles. Rajoy insistió en la necesidad de acelerar el recorte del déficit y del gasto público y en la urgencia de una profunda reforma del mercado laboral, así como del sistema fiscal. Sobre todo esto Zapatero no aportó novedad alguna, se mantiene en sus posiciones iniciales y ayer regresó al campo del optimismo y de los brotes verdes, subrayando las pequeñas mejoras que registran ciertos índices de la economía, como el aumento de la producción industrial, el consumo, los ingresos de la Administración y un leve descenso del paro. Pero, especialmente, en las noticias que Zapatero espera –y que seguramente conoce- sobre un leve despegue del crecimiento en el primer trimestre del año lo que significaría el principio del fin de la recesión, aunque los analistas consideran que España podría recaer en recesión otra vez en el otoño.
En definitiva Rajoy y Zapatero tienen visiones y calendarios bien diferentes sobre la crisis. Para Rajoy ha llegado el momento de dar un golpe seco a los problemas, mientras que Zapatero insiste en no recortar drásticamente el déficit para mantener el gasto social y para, desde el Gobierno, facilitar obra pública y desarrollo industrial a las empresas privadas. Por todo eso el presidente insistió ayer que si España hubiera anunciado un mayor recorte del déficit nuestro país no habría iniciado el leve camino del crecimiento que según Zapatero está a la vista y cada vez más cerca.
Los próximos días y semanas dirán quien tiene la razón. Si la crisis financiera que viene de Grecia se proyecta sobre el territorio español y continúa el ataque a los mercados y deuda española en ese caso Rajoy tendrá razón y Zapatero, tarde y mal, deberá rectificar su política económica y social. Si por el contrario se tranquiliza la especulación financiera en la zona euro, lo que no es fácil de imaginar, y España da signos de recuperación y de salida de la recesión, el presidente del Gobierno empezará a tener razón. En todo caso ni uno ni otro quisieron ayer comparecer juntos ante los medios de comunicación para explicar sus acuerdos en sobre las reformas del sistema financiero, en su apartado de las cajas, con lo que perdieron una clara oportunidad de transmitir a los mercados un mensaje de unidad y de tranquilidad. Más bien al contrario los mercados deberán valorar el alcance y las reformas urgentes sobre parte del sistema financiero español del que Zapatero decía ser el mejor del mundo, lo que no es verdad porque de lo contrario la reforma anunciada de las Cajas de Ahorro no tendría sentido y podría esperar.