El Juli se despide y De Justo refuerza

El Juli se despide y De Justo refuerza

EFEEl Juli, en hombros de los aficionados de Valladolid

Julián López, El Juli salió a torear este viernes en Valladolid vestido de nazareno bordado en plata, no se sabe si porque le cuadraba ese terno en la guardarropía para despedirse del público vallisoletano o porque entendía que el mejor color de rasos y sedas, era el morado y la plata con cordoncillo blanco el bordado intenso y cuajado de alamares, lentejuelas y muletillas; es decir, blanquivioleta, que son los colores del club de fútbol de la ciudad, el Real Valladolid de Gerardo Coque y Emilio Morollón, dos fenómenos del balompié de distintas generaciones con los que –ya ellos muy retirados del césped—compartí una sincera e inolvidable amistad. Así debió entenderlo la afición vallisoletana, obligando a salir al tercio del ruedo a Julián para tributarle una clamorosa ovación nada más deshacerse el paseíllo.  

La Plaza se llenó. Hasta la bandera. Quizá sobraran un puñadito de localidades, pero el aspecto de los graderíos del coso del Paseo de Zorrilla era de lleno rebosante, lo cual indica que, a pesar de la ausencia de Roca Rey por lesión, el mano a mano Juli-De Justo fue bien recibido por la afición de acá y de los aledaños más o menos alejados. Como ayer adelanté, el cartel tenía morbo. Y el público respondió. Uno que se va –no dice hasta cuando—y otro que se afirma como uno de los toreros más cuajados en figura de cuantos militan en el escalafón, forma un dueto de lo más atractivo, porque ellos dos solos, ante toros de Victorino Martín es manjar que muy pocos aficionados quieren perderse, de ahí el ambientazo que se vivía en Valladolid antes, durante y después de la corrida.

Digámoslo pronto: los “victorinos” respondieron a la expectación del acontecimiento. Toros excelentemente presentados y de variado juego, desde la embestida “mexicanita”, hocicada y lenta del primero, a la bravura y poder del cuarto (el “toro de la corrida”), que mereció ser premiado con la vuelta al ruedo. Ente medias, cuatro toros de diferente condición, pero todos de interés para el análisis, destacando por sus dificultades el incierto jugado en segundo lugar y por su incesante codicia el que cerró plaza.

Juli se hartó de torear de capa al que abrió el festejo, en un largo saludo a la verónica, muy encimado sobre la esclavina, largo, templado y hermoso. La faena fue pura delicatesen. Un “victorino” edulcorado que en algunas fases de su lidia recordó al Cobradiezmos de Sevilla, pero no era hijo suyo. El Juli estuvo impecable, en una faena de limpio trazo rematada con un espadazo traserillo pero efectivo que acusó el “mal” de los primeros actos. Se empleó a fondo Julián con los dos restantes, metiendo en vereda al tercero (éste sí, hijo del citado) que para nada recordó a su laureado padre, y con el quinto, más asequible, se esforzó al límite, hasta sacar el máximo provecho, acumulando el premio suficiente de orejas (una y una) para redondear un triunfo cantado, contante y sonante, muy merecido.

Ciertamente, hubo hasta cuatro toros de Victorino de alta nota, especialmente, el ya referido cuarto, al que Emilio de Justo cuajó un auténtico faenón. De los de premio gordo; pero el torero se puso en modo pinchón con su primer toro, que parecía hecho de puro hueso y el gran cuarto retardó su muerte, tanto, tanto, que llegó a dar la impresión de ser inmortal. Lo que debieron ser dos orejas apoteósicas se quedó en una y en avisos por la tardanza del toro en doblar las manos. Pudo remontar vuelo Emilio en el sexto, otro toro bravo y repetidor, pero la espada volvió a encasquillarse. En cualquier caso, este torero de Torrejoncillo ya ha escalado el último tramo de la cumbre, esa virtual atalaya en que solo están domiciliadas las figuras consolidadas. 

No pudo Emilio de Justo acompañar a El Juli en la salida en hombros, rodeado por una verdadera multitud de aficionados, la mayoría jóvenes, pero no importa. Bien puede decirse que ayer triunfó en Valladolid, como triunfó también la nueva empresa, que supo resolver con éxito el “marrón” de la caída del cartel de Roca Rey. Juli brindó a Roberto Domínguez, su apoderado anterior, y recibió el de su compañero Emilio de Justo en el último de la tarde. Una tarde que pide un hueco para el recuerdo, en la cual, la blanquivioleta figura de uno que se va de los ruedos salió en volandas al paseo de Zorrilla, envuelto en clamores, rememorando las grandes tardes de toros de otros tiempos. Cuando la gente sale encantada de la Plaza y se hacen corrillos con las primeras luces de la noche es que se ha despertado de nuevo la afición a los toros en la capital de la vieja Castilla. Esto, funciona.