El temperamento de Vinicius ha abierto en canal el futbol español con su rechazo rotundo y explícito a los insultos racistas. No es la primera vez que se producen esos insultos, pero es la primera que la víctima se convierte en acusador y evidencia el problema en caliente provocando una ola de repercusiones y de apoyo que no deja a nadie indiferente. Vinicius está escribiendo dios páginas en la historia del deporte, la primera con su extraordinario y determinante juego y la segunda con su valentía para denunciar los insultos y abrir el debate del racismo.
¿Quedará todo en palabras y retórica que se agota con el paso de los días y el cambio del asunto de actualidad? ¿Serán efectivas las medidas que se adopten ahora, en caliente, para erradicar de los campos las manifestaciones racistas insultantes hacia jugadores de color? Hay razones, experiencias, para concluir que habrá algunas sanciones, algunos protocolos adicionales a los vigentes y poco más. Pasados unos meses volverán los mismos comportamientos por parte de aficionados odiadores enfurecidos y apasionados.
El caso “racismo en el fútbol” ha irrumpido en la campaña electoral e incluso en los foros internacionales con una acusación generalizada de racismo a la sociedad española. Incurrió en ese mantra el presidente Lula con baja consideración hacia los españoles, aunque alineado con la corriente de opinión del momento.
La respuesta rotunda, para algunos excesiva pero muy puesta en razón de personas como los entrenadores Ancelotti y Xavi Hernández o el presidente del Real Madrid. Selecciono estos tres como más significativos, pero son cientos los personajes del fútbol que se han sumado a la condena, incluidos algunos de los más responsables de la indolencia ante los insultos.
El acta arbitral del partido en Valencia es ilustrativa del “estado de opinión” hasta ese momento definido como caso aislado de ofensa. El árbitro no supo o no quiso o no se atrevió a aplicar el protocolo. Los directivos del Valencia no reaccionaron, aunque desde antes de empezar el partido el clima era tan agresivo como irresponsable. No solo en Valencia antes en Madrid y en otros campos con “gradas de animación” dedicadas a la agitación más agresiva.
El caso Vinicius abre en canal la incapacidad de las estructuras directivas del fútbol (Clubes, Liga, Federación) para gestionar con respeto y dignidad un negocio que concentra a millones de aficionados. Al fondo quedan los sentimientos profundos de racismo que anidan en la sociedad, y pendiente la respuesta didáctica, pedagógica y decidida para educar a la población.
El Madrid y el Barcelona erradicaron las bandas de animación desmedidas de las gradas. Bien hecho, pero hay que ir más lejos y deben hacer otro tanto los demás clubes con aficionados descontrolados. Hoy Vinicius funge como un valiente que apela contra vicios profundos. Y a la estructura de poder del fútbol hay que exigir prevención, actuación y firmeza.