Hay una arraigada obsesión con identificar el fascismo con la derecha. El epíteto es frecuente enarbolado por abundantes dirigentes de izquierda para demonizar al adversario. Nuestro país es un buen ejemplo. Vox e incluso el PP son tildados de fascistas por personas que no han vacilado en proclamar que la soberanía del pueblo español no reside en la Cortes sino en las manifestaciones de la Puerta del Sol.
La Rusia actual constituye una buena muestra de la artera utilización de las palabras y del comportamiento cínico del poder. El ministro de Asuntos Exteriores Lavrov, aprovechando que su país preside el Consejo de Seguridad y después de haber vetado en diversas ocasiones que la invasión de Ucrania pueda ser discutida en el mismo, ha tenido el tupé de volar a Nueva York para presidir una reunión de ese órgano en la que ha programado que se hable de la “defensa de la Carta de las Naciones Unidas”. En su discurso se ha quejado “del avance agresivo y explosivo de la hegemonía de Washington”. El representante de la Unión Europea ha manifestado que le comportamiento de Lavrov era “cínico”.
Lo es, en efecto. Que un país agresor pueda presidir una reunión del órgano más importante y decisorio de la ONU mientras prosigue una guerra iniciada por él refleja un cinismo considerable. Por otra parte, podríamos añadir que el mero hecho de que esto pueda ocurrir implica que en algunos aspectos fundamentales la Carta de la ONU, es decir su Constitución, es una monstruosidad, pura caca de la vaca.
La guerra de Ucrania ha despertado, por otra parte, aspectos fascistas de Rusia que parecían superados tras la época soviética. Se repiten los casos en que el poder en Moscú es fascismo puro y duro. No me estoy refiriendo a que haya bombardeado a sabiendas edificios civiles, el que esté en esto libre de pecado que tire la primera piedra,sino a que ha secuestrado a miles de niños ucranianos para reeducarlos, algo totalmente prohibido por la convenciones de Ginebra, y a que la menor muestra de disidencia es severamente castigada.
Un ciudadano Alexei Makalev ha sido recluido en su domicilio y le pueden caer seis años de cárcel por haberse pronunciado en contra de la guerra y porque su hija de 13 años requerida por su profesora a que hiciera un dibujo exaltando a los soldados rusos tuvo la valentía de dibujar a aviones rusos bombardeando Ucrania.
Otro sujeto, Semiel Vedel ha sido condenado por haber manifestado POR TELÉFONO, que estaba en contra de la guerra, cuestionado la conducta de la misma y repetido que los dirigentes ucranianos no eran nazis. Lo doblemente chirriante del caso es que Vedel, chofer en un ministerio, había tenido estas consideraciones no en una plaza pública, no en un periódico sino en una conversación con un compañero que fue interceptada. Ha sido condenado por “difusión pública” de noticias falsas sobre las fuerzas armadas.
¿Pública? La normativa utilizada es orwelliana, totalitaria. También fascista, de izquierdas quizás, pero fascista.