Ya fuera de Andalucía, pero no muy lejos, nacieron las “soluciones habitacionales”, un invento de la extremeña María Antonia Trujillo, ministra socialista de la Vivienda, para referirse a unos apartamentos pequeñitos que el gobierno se proponía construir en grandes cantidades. La ministra completaba su tarea con el reparto de zapatillas, o la promesa de repartirlas, para corretear en busca de la solución habitacional que mejor respondiese al gusto del interesado.
Como un eco de las “soluciones habitacionales” de María Antonia Trujillo, suena otro bello decir de Fátima Báñez, luego ministra de Empleo y Seguridad Social con el PP. La triste realidad de los centenares de miles de españoles que se ven obligados a buscar trabajo en el extranjero se despacha con una aséptica “movilidad exterior”. Los expatriados y emigrantes por necesidad no existen.
Pero es de nuevo Andalucía donde encontramos un ejemplo casi único de palabrería hueca y ofensiva para cualquier oyente. Magdalena Álvarez, Malena para sus amigos, se lució tratando de justificar en el año 2009 que las máquinas quitanieves se quedaran varadas en mitad del temporal:
“Si la borrasca cambió de forma impredecible, no se puede predecir, y si no la predicen quienes la tienen que predecir ¿cómo quieren que la vayamos a predecir aquellos que estamos esperando la predicción?”
Lo de “antes partía que doblá” fue, por el contrario, una feliz concesión al lenguaje popular. Vaya lo uno por lo otro.
Carmen Chacón, almeriense de Olula del Río pero afincada en Cataluña, dedicó a la muerte de Gabriel García Márquez un bello canto literario: “Oigo al mundo llorar al unísono la muerte de Gabriel García Márquez y recuerdo cuán azarosas son las fronteras, cuán de Macondo somos todos”. ¡Marchando! Otro Premio Nobel para la señora. Algún excelente literato muere de vez en cuando, si bien la buena literatura permanece cuando alguien recoge dignamente la antorcha. Lástima que el “cuán, cuán” recuerde en demasía el croar de las ranas, aunque sea en clave poética.
Más recientemente, y ahora con brevedad, Elena Valenciano supo corregir a su rival Arias Cañete durante el duelo electoral ante las cámaras como candidatos del PSOE y del PP respectivamente. Cuando al ministro se le escapó la palabra “incapacitado”, la señora Valenciano no pudo contenerse y le alanceó diciendo que lo correcto era hablar de “la persona incapacitada”. Touché. Se superó aquello de “jóvenes y jóvenas”, pues todo ellos (y ellas) serían “personas jóvenes” (y jóvenas). También habrá “personas mayores” (y mayoras) y “personas políticas” y “personas enfermas”, y así sucesivamente. Todo una lección para el propio Cervantes, pero reconociéndole al mismo tiempo su mérito por haber escrito El Quijote cuando el castellano estaba todavía en pañales.