La Liga tal vez se sustancie el próximo domingo en el Camp Nou con el Barcelona-Madrid. Quizá el resultado sirva para tomar distancia para el resto de campeonato. No obstante, podría ocurrir que el marcador impusiera nuevas emociones si el Madrid se acerca al Barça. Los puntos, los deseos de llegar al final feliz de ambas instituciones no va a cambiar la ruta que el caso Negreira ha marcado y seguirá delimitando cuanto suceda de aquí al momento en que los jueces dicten sentencia, si es que a ella se puede llegar antes de que acabe la actual competición.
Las noticias de cada día no parece que vayan a poner dictamen definitivo sobre el caso. Hay una cuestión que es innegable y que, dicho a la pata la llana, va a misa. Es, naturalmente, el dinero, los millones pagados por el club al individuo que supo vender algo que pueda acabar en humo. Para empezar hay que preguntarse cuántos árbitros se vieron favorecidos por el dinero que pagó el club. Para que tengamos la mínima certeza de que lo invertido por la entidad barcelonesa tuvo destino claro y consecuencia futbolística.
Para que el Barça se vea totalmente culpable habrá que investigar hasta el fondo, el destino de los millones. Se podría llegar a pensar que todo era una estafa en la que varios presidentes barcelonistas creyeron que intentar obtener ventajas arbitrales justificaban los pagos. Para llegar a las conclusiones definitivas habría que examinar partidos en los que el Barcelona se vio beneficiado. Analizar si hubo la corrupción que se sospecha sería un trabajo exhaustivo. También se puede imaginar que la Fiscalía podría analizar las cuentas corrientes de los árbitros de la época para comprobar si hubo aumento de las mismas de manera que llevara a creer en que algunos dineros habrían tenido el destino para el cual se estuvo pagando.
El Barça pretendiendo obtener beneficios deportivos tal vez acabó siendo el corrupto menos beneficiado. Que la entidad barcelonesa pretendió favorecerse deportivamente con el pago a un presunto pero ineficaz mediador, es evidente porque los datos son incontestables, pero la cuestión no se reduce a los pagos y sus indecentes deseos. Hay muchas incógnitas que despejar y, sobre todo, quienes fueron los receptores.
Posdata. En este caso se está poniendo en duda la integridad de los árbitros. Hay que aguardar que pongan a salvo su honradez y que lo hagan contundentemente.