Daniel Sancho: ¿En una jaula de cristal?

Daniel Sancho: ¿En una jaula de cristal?

@danisanchobanusDaniel Sancho

En una semana marcada en lo “morboso” por el polémico documental de Netflix sobre las últimas horas de Mario Biondo con el que a muchos, aparte de consideraciones sobre el “producto” en sí, se nos había encogido el corazón al comprobar que el duelo puede convertirse en una cruzada que destruye las vidas de quienes quedan, nadie podía imaginar que se nos pusiera por delante la dramática noticia que llegó ayer desde Tailandia. A quienes ya peinamos canas, ver el nombre del padre del presunto asesino que habría descuartizado el cuerpo de su víctima nos hizo comprobar, una vez más, que el cerebro interpreta más (o antes) de lo que leen los ojos, porque a muchos nos pareció que en lugar de Rodolfo Sancho, era el nombre de Sancho Gracia el que aparecía en el titular donde acabábamos de descubrir el mortal suceso.

El diario Bangkok Post fue el primero en publicar la detención de un hombre español, Mr. Sancho, por el homicidio y posterior desmembramiento de otro hombre, de nacionalidad colombiana. Ambos habían quedado para pasar unos días en la pequeña y paradisiaca isla al sur de Tailandia Koh Phangan el 31 de julio, es decir, a tiempo para asistir a una de sus famosas fiestas de la luna llena que este mes de agosto tendrá dos “ediciones”. La primera superluna, la del “esturión”, el 1 de agosto; la segunda, el 31, la luna azul. Es la que ya no verán ninguno de los protagonistas de una nueva tragedia que para uno de ellos ha acabado de la peor de las maneras posibles, precisamente en uno de esos periodos del año en que lo que domina, o debería hacerlo, es la diversión, el descanso. En definitiva, la fiesta. 

El entorno idílico de infinitas playas, hoteles con el lujo cuya verdadera esencia sigue perteneciendo al saber hacer asiático y libertad para mostrarse como uno quizás no puede o no quiere hacerlo en su entorno diario donde le conocen – o creen conocerle – todos, se convertía de pronto en escenario de uno de esos crímenes macabros difíciles de olvidar. También en un Estado donde la seguridad es de carácter extremo. Se trata de una cuestión de orden en un país de férrea monarquía pero, sobre todo, de economía: en el “reino del turismo” no pueden permitirse que quienes tanto aportan a los bolsillos públicos y privados, no solo a nivel de hostelería y de cultura, sufran “percances” y se corra la voz. Por eso, a los policías y militares que hace décadas ya custodiaban cada esquina de los lugares más frecuentados por los turistas, hace tiempo que se sumó un ejército de cámaras de videovigilancia. Que no cunda el pánico, la discreción en este también famoso paraíso de turismo sexual, sigue estando garantizada. A veces, demasiado…si uno es extranjero. 

Porque, en general, la policía tailandesa no incordia mucho a los que vienen de fuera e incluso miran hacia otro lado cuando se trata, por ejemplo, de infracciones de tráfico, peleas o escándalos en la calle. Sin embargo, aparte de la gravedad que acarrean los delitos por posesión de drogas - algunas divisiones policiales, sobre todo en las islas, ven al extranjero y sus infracciones como una fuente adicional de ingresos -, es un error creer que su policía no sea una de las más eficaces a la vez que especialmente duras del mundo. Por otra parte, de lo poco que aún se sabe sobre el homicidio del cirujano colombiano Edwin Arrieta Arteaga y de su presunto culpable, Daniel Sancho Bronchalo, la investigación de los hechos no dio demasiados quebraderos de cabeza a la Unidad 8 de la policía que se ocupó del caso cuando un operario municipal encontró una bolsa con restos humanos, horas antes de que Sancho denunciase la desaparición de su amigo. 

De acuerdo con el relato del citado medio tailandés, recogido después por todos los españoles y colombianos, los agentes sospecharon de él desde el primer momento. Su actitud nerviosa, marcas de arañazos y contusiones recientes que no pudo justificar e incoherencias en la denuncia fueron razón más que sobrada para que se procediera al inmediato visionado de las imágenes captadas por las cámaras CCTV y a ordenar un seguimiento – la policía ha explicado que temía un suicidio –, durante el cual el hijo del famoso actor español fue, al parecer, dejando más miguitas para seguir su rastro. Cuando finalmente la noticia llegó a España, el joven ya habría confesado e incluso en estos momentos se encontraría participando en la reconstrucción de los hechos ordenada por los investigadores. Paso a paso, lugar por lugar. 

Aun así, y especialmente por la trascendencia de su apellido, los hechos narrados han servido para realizar especulaciones de todo tipo.  La noticia, de la que no cesaremos de hablar durante las próximas semanas, ha despertado a las redes sociales y en ellas se pueden leer todo tipo de teorías sobre el macabro asesinato del cirujano colombiano, cuya familia sin embargo ha hecho público un comunicado en el que asegura que evitará hacer declaraciones para “no entorpecer la investigación”, agradeciendo al mismo tiempo “el respeto por este difícil momento” que están viviendo. Una verdadera e incomprensible pesadilla. Un mal sueño que, por su parte y de otra manera, porque solo la muerte es definitiva, intenta explicarse la familia “contraria”, la de Daniel. Aún no se sabe si el actor Rodolfo Sancho, hijo a su vez del actor conocido como Sancho Gracia, ha llegado al paraíso convertido en infierno, son 20 horas de vuelo a Bangkok tras las que habrá de embarcarse en otro que le lleve a la pequeña isla donde su hijo se encuentra detenido y asistido por el servicio consular español. 

Lo cierto es que a estas horas hay más preguntas que respuestas, pero ya ha trascendido parte de la declaración que realizó a la policía – recordemos que hasta el lunes el detenido no pasaría a disposición judicial – acompañando a una confesión sobre la que no se ha tardado en dudar, alegando poca observancia de los derechos humanos en los interrogatorios que realiza la Royal Thai Police. Sin embargo, las últimas informaciones aseguran que Daniel habría podido contactar con su círculo de amigos confesándoles asimismo el crimen. En dichas declaraciones, el hasta ahora desconocido chef ha contado que la relación con Edwin lo estaba “matando”. Se sentía rehén, en sus propias palabras, como en “una jaula de cristal”, y que aunque había intentado poner fin al asunto, Edwin se negó a dar por terminada la relación entre ambos.

Los amigos aseguran que Daniel estaba decidido a terminar su relación con el médico colombiano para intentar recuperar a su novia Paula y salir de una situación que le había “obligado a hacer cosas que jamás habría hecho”. ¿Quedó con él nada menos que en Tailandia para romper la relación? Parece poco razonable. El problema es, como siempre, que la víctima, de la que Sancho también ha dicho que lo engañaba cuando le ponía de cebo invertir en sus negocios para seguir juntos, ya no está aquí para explicarse. No lo estará jamás. No volverá a la conocida clínica de cirugía plástica en Montería, Colombia, donde trabajaba. Ahora, aunque al principio Daniel aseguró que la causa de la muerte fue un “desgraciado” golpe accidental contra el borde de la bañera que sufrió Edwin en la cabeza mientras mantenían una discusión, la nube de la premeditación planea gris grafito, casi negra, sobre su cabeza. Dos reservas en hoteles distintos, grabaciones del joven adquiriendo un cuchillo, una sierra, guantes de latex, bolsas de basura y productos de limpieza antes de que tuvieran lugar los hechos complican su defensa para que en lugar de ser juzgado por homicidio lo sea por asesinato agravado. Y ha sido inevitable no recordar el caso de otro español detenido y juzgado en Tailandia, Artur Segarra, que fue declarado culpable del asesinato del consultor David Bernat en 2016 y cuya pena de muerte fue conmutada por la de cadena perpetua por el rey Vajiralongkorn, por motivo de su 68 cumpleaños. 

No creo que esto pueda parecerle a alguien “motivo para la esperanza” como puede leerse en algunos comentarios de las redes sociales. Y a falta de que se sigan recabando pruebas y Daniel comparezca en el juzgado, él es sin duda el más consciente del horizonte que le espera. De hecho, su círculo asegura que durante la breve conversación mantenida con él, habría asegurado que lo único que querría sería quitarse de en medio. Siempre con el presunto por delante, la verdadera tragedia es que Edwin ya no tendrá oportunidad de decidir ni intentar nada y que el crimen, sean cuales sean las circunstancias, nunca es la solución. 

Dice Daniel Sancho que se sentía encerrado en una jaula de cristal, tendrá suerte si la celda donde pasé la vida – siempre en el caso de que realmente se demuestre su culpabilidad – disponga de una pequeña apertura que, al menos, deje entrar un poco de luz. De momento, como decíamos, hay muchos más interrogantes que respuestas. Y todo sigue siendo presunto a pesar de la confesión.