¡No a la guerra, sí a la paz! (desde mi sofá)

Ucrania éxodo de refugiados

refugiados ucranianos

Rusia nunca perdió la guerra fría…porque la guerra fría no ha acabado (Vladimir Putin)

A estas horas prosiguen los ataques indiscriminados y las bombas, y también el miedo, el frío y la desesperación de la población civil en Ucrania, incluido el duro asedio a la ciudad de Leópolis -al oeste del país- que, hasta ahora, era el principal refugio para los que huyen de la guerra.

Las organizaciones humanitarias desplazadas en el terreno narran una situación angustiosa en la ciudad portuaria de Mariupol, a cuyo centro han llegado ya los combates donde siguen atrapadas cientos de miles de personas -sobre todo mujeres y niños- hacinados en sótanos, sin agua, sin calefacción y con escasísimos alimentos (El Programa Mundial de Alimentos de ONU alerta de que no ha podido entrar en la ciudad).

Mientras discutimos sobre quién va a ganar esta guerra no sólo en lo militar sino también en el pulso del relato, o en la adhesión de su pueblo, la población ucrania sufrirá hasta dónde Putin quiera y no parece que su crueldad conozca límites. El presidente ruso no está respetando ni los más mínimos acuerdos del Derecho Internacional Humanitario.

En estas circunstancias resulta bastante irritante escuchar algún discurso pacifista sin matices. Ucrania tan sólo está ejerciendo su derecho a la legítima defensa. Equiparar al agresor y al agredido clamando por una supuesta "diplomacia de precisión" o un genérico "no a la guerra y sí a la paz" como si esta cayera del cielo y como si la obligación de detener este horror fuera de ambos contendientes, es de una hipocresía intolerable.

La guerra, sí, la violación de la integridad territorial y la soberanía de un país más débil, el ataque contra niños, niñas, civiles desarmados, son la exclusiva responsabilidad del Presidente ruso y de sus fieles, no cabe ningún relativismo en este diagnóstico. Y, por esa razón, la comunidad internacional y la gente de bien está mostrando tanta solidaridad con Ucrania, y se toman decisiones históricas en el seno de la Unión Europea, para asfixiar al régimen de Putin, desplegando una enorme capacidad de acogida a los refugiados y enviando armas a los ucranianos.

Pancartas utópicas

Ahora es el momento de ayudar a que el pueblo de Ucrania pueda defenderse y no el de esconderse tras una utópica pancarta que reclama una paz hoy por hoy imposible. Defensa legítima es ni más ni menos que lo que nosotros querríamos si estuviéramos en las mismas circunstancias que los civiles ucranianos y, por cierto, lo que los republicanos españoles reclamaban -con toda razón y sin éxito- de las democracias europeas durante nuestra Guerra Civil: solidaridad y ayuda frente al agresor.

La inmensa mayoría de la sociedad española ha comprendido muy bien lo que nos estamos jugando en Ucrania y, seguramente por eso, el 70% de la población apoya que la OTAN envíe armas a Ucrania, según los datos del CIS (18/3/22) y más del 74% está de acuerdo en aumentar los gastos de defensa. Vivíamos instalados en la creencia de que la guerra había desaparecido de nuestras vidas y de nuestro entorno. Putin nos ha despertado violentamente. La paz ya no puede darse por supuesta. Habrá que construirla de nuevo.

Esta guerra hay que pararla, pero primero hay que ganarla porque ello significará parar los pies a la tiranía de Putin y a su delirio imperial. Comprobaremos que la unidad estratégica de los países de la Unión Europea no ha sido sólo un atractivo elemento en el discurso, sino una realidad eficaz y tangible y, sobre todo, un arma de disuasión para nuestros adversarios. La democracia europea se defiende incluso con las armas, si fuera necesario. El orden internacional de los últimos 30 años ha saltado por los aires, nada volverá a ser igual y es por eso que ya no va a servirnos gritar ¡no a la guerra! desde nuestro sofá.