Hay millones de hombres inteligentes y sensibles que han comprendido que parte de los privilegios de los que goza el sexo masculino se sustenta sobre una base de desigualdad que perjudica a las mujeres.
Son los varones que se oponen a la cultura machista, pelean contra los estereotipos aprendidos y acompañan a las mujeres en su batalla por la emancipación, la libertad y la dignidad que aún les son negadas en gran parte del mundo, también en el nuestro. Cada vez son más los hombres que alzan la voz en favor del feminismo y contra el machismo rampante que sigue vulnerando los derechos de las mujeres.
Junto a esta importante reacción masculina, solidaria y progresista, se mantiene, en nuestra sociedad, un fondo denso y pegajoso del peor patriarcado, entendido este como un sistema de dominio institucionalizado que mantiene la subordinación e invisibilización de las mujeres y que considera a éstas como seres inferiores sobre los que los hombres tienen “sus” derechos. Así expresado puede parecer una exageración pero por sus actitudes los conoceréis…
El Presidente de la Federación Española de Fútbol, Sr. Rubiales, se ha manifestado, en esta última semana, como uno de los mejores especímenes-representantes de ese machismo rancio y decadente, capaz de avergonzar al mundo entero. Tras su gesto irrespetuoso y abusador con la jugadora Jenni Hermoso se esconden todos los códigos y todos los vicios de los hombres que desprecian a las mujeres. Ese beso en los labios, impuesto físicamente a Hermoso, es la marca del dominador frente a aquélla, subordinada, que debe aceptarlo en silencio como ha sido toda la vida.
Rubiales se cree tan seguro de su poder que se permite una manifestación denigrante como esa ante las cámaras de televisión del mundo entero. ¡No quiero ni imaginar lo que podría permitirse en ausencia de luz y taquígrafos!
Pero imaginemos que Jenni, en lugar de ser una campeona del mundo, fuera una empleada de un supermercado o de una tienda de electrodomésticos y que Rubiales, en vez de ser el Presidente de la RFEF, fuera el encargado del comercio. Imaginemos que, al acabar su turno, le dicen a Jenni que pase a ver al jefe por su despacho. Allí, el encargado Rubiales, a solas con la empleada, puede “sugerirle” un acercamiento físico o sexual. ¿Cuántas mujeres se han encontrado en una situación parecida? ¿Y cómo pueden defenderse?
No son sólo anécdotas; es una historia que se repite de manera continuada en la vida de las mujeres desde el inicio de los tiempos.
Pero las cosas han cambiado mucho de la mano del feminismo, al menos en nuestras democracias avanzadas. La sensibilidad social ha sufrido una gran transformación y lo que hasta ayer era normal, hoy se ha convertido en inaceptable. Siglos de pedagogía sobre la igualdad entre hombres y mujeres han ido haciendo su camino y la mayor presencia de mujeres en todos los espacios sociales, laborales y de poder han construido una sólida barrera contra el machismo y contra los machistas.
La fuerza de las mujeres y su unidad representan la más poderosa alianza para el cambio político y social de nuestro tiempo. A pesar de los obstáculos que aún persisten y de los nuevos desafíos reaccionarios que pretenden frenar este impulso transformador, será muy difícil detener a millones de mujeres de todas las generaciones que ya han decidido no volver atrás.
El señor Rubiales y todos aquéllos que, en estos días, le han jaleado y aplaudido rugen contra las mujeres que les plantan cara, denigran al feminismo, a los medios de comunicación que han criticado la intolerable actitud sostenida del Presidente de la Federación y creen hacerse fuertes encastillados en su poderío. Pero se equivocan: son ellos los que no han entendido nada. Aunque todavía quede un largo camino que recorrer para que las mujeres sean reconocidas en pie de igualdad junto a los hombres, una mayoría social en la que las más jóvenes son una fuerza pujante, no va a permitir la restauración de un machismo deleznable que jamás ha respetado a las mujeres.
Las jugadoras de la Selección Española han dado un gran ejemplo de profesionalidad, de solidaridad y de coraje. La sociedad española se siente mucho más cerca de ellas que de todos los Rubiales y sus palmeros. Por muy poderosos que se sientan y por más que rujan tienen perdida la partida.