La campaña electoral es perpetua, no hay etapas dulces en las que es posible tomar decisiones bizarras, ni etapas de pato cojo en las que nada sale bien. Pueden ser etapas de tiro más o menos tenso, pero todo es electoral; toda la política en democracia gira en torno a captar votantes, a satisfacerles o engatusarles. La fase electoral de campaña explícita, los dos meses previos a la cita en las urnas, todo es más intenso, hay que quemar cualquier oportunidad de sumar (o de restar al adversario) incluso con riesgo de efecto bumerán y consecuencias no previstas.
La campaña que hoy concluye, que podemos considerar como primarias de las generales de fin de año, puede calificarse como la más sucia, la más burda y la peor de todas las conocidas desde 1977. Todos se han implicado al máximo, empezando por el presidente del gobierno, que ha puesto los recursos del ejecutivo al servicio de la obtención de votos. Las tensiones entre los contendientes, el afán por destruir al otro, incluso al aliado, han superado todo lo conocido hasta ahora. Lo que ocurra a partir del día 29 poco tendrá que ver con lo dicho hasta ahora. Ese día se abre una nueva etapa de alianzas y confrontaciones y de salida de escena de algunos para dar entrada a otros.
El golpe al tablero político será semejante al que trajeron las europeas de 2014 cuando aparecieron en el mapa dos nuevas formaciones (Ciudadanos y Podemos) decididas a jubilar a las anteriores, las de la transición y la democracia encastrada en la Constitución.
Una de las conclusiones de la campaña, muy bien descrita por Zarzalejos en su última columna, es la confirmación de Bildu y de Vox como actores políticos indispensables; actores de reparto, posibles bisagras, pero protagonistas de la obra. Bildu compite con el PNV y amenaza su hegemonía y VOX está para mortificar al PP y restarle maniobra para ampliar su campo de maniobra. Otra conclusión es la desaparición del mapa de los emergentes de hace diez años; tanto Ciudadanos como Podemos en su primera encarnación como “círculos e activistas audaces” pueden desaparecer de la escena de influencia, ni siquiera secundarios.
El mapa también registra el colapso del “procés” catalán hacia una república independiente y reconocida. La reivindicación sigue, pero su materialización se aplaza a calendas griegas. Lo que está en juego en Cataluña es quién va a mandar a uno de los lados de la plaza de San Jaime y cuándo poder va a perder el soberanismo independentista que ha dejado de estar unido.
Un dato que habrá que atender el lunes es el de la participación, que nunca se sabe a quién beneficia y a quién perjudica. Como en tantas cosas en política, depende de lo que salga y de cómo se interprete. Finalmente cabe señalar que a partir del lunes empieza, sin solución de continuidad ni momento de reposo otra campaña electoral, más dura si cabe, más rastrera y desesperada: las generales que configurarán la XV legislatura de cincuenta años de democracia.