En un reciente libro he titulado un capítulo con “¿Puedo seguir comprando productos catalanes el día en que Rufián se caga en mi madre?”. Después de contar unos cuantos de los desplantes y desagravios que bastantes catalanes nos hacen a los demás españoles yo llegaba a la conclusión de que sí, de que por grave que fuera el insulto no podemos penalizar a toda una parte de España donde hay muchos que no sólo no nos agravian sino que son diariamente agraviados. Hay que comprar catalán.
El soez sketch de Tele 3 vejando a la Virgen del Rocío y a todos los andaluces le va a plantear de nuevo el dilema a bastantes paisanos míos. Ya he recibido, ayer, un par de llamadas de amigos encolerizados, uno se ha pasado a Vox, que me insinúan que soy un memo defendiendo la convivencia y la adquisición de productos catalanes después de cada coz que nos da el gracioso separatista de turno que, enfundado en un traje ridículamente supremacista, es en el fondo un ignorante total. En Cataluña abundan tanto o, con la ceguera separatista, es posible que más que en Navarra o Murcia.
Yo seguiré adquiriendo cosas catalanas por las razones apuntadas, mañana en el supermercado por primera vez quizás me abstenga, a pesar de que han pisoteado mi sensibilidad como católico y como andaluz. Incluso como mero español al ver la indiferencia que la obscena “gracieta” despierta en las fuerzas vivas catalanes y en la clase periodística de esa parte de de España ¿Eran estos los que tenían cultura, sensatez y sensibilidad de mi juventud cuando Cataluña iluminaba?
Esta indiferencia me lleva, primero, a hacer un paralelismo con alguna situación foránea. Los conocedores de la realidad rusa empiezan a preguntarse si la responsabilidad de las atrocidades de la guerra de Ucrania, agresión, devastación , muertes, violaciones, torturas, secuestro de miles de niños, son obra primordialmente de Putin o hay asimismo una responsabilidad del pueblo ruso, cloroformizado, perezosamente ciego ante algo que provocaría una reacción unánime si ellos fueran los invadidos. La conclusión generalizada es que siendo Putin el canalla su pueblo no es totalmente inocente. En nuestro caso uno comienza a preguntarse cómo las manifestaciones supremacistas y racistas encuentran la indiferencia de una gran parte de toda una sociedad con reputación de sensata y avanzada. Esto no son hechos aislados, un desliz solitario. Esto huele a una estrategia hipnotizante y racista.
No olvidemos que Pujol, ya madurito, aunque rectificaría años más tarde, escribió que los andaluces no son coherentes, son anárquicos y que “el andaluz es una persona que vive en un estado de miseria cultural, mental y espiritual”. Visto lo visto, he llegado a los ochenta sin encontrar la incoherencia y la anarquía de mis paisanos y convencido de que, por el contrario, no son pocos los catalanes que hoy en día me pueden, nos pueden dar lecciones de miseria cultural, mental y espiritual.
En segundo lugar, viene a la mente por qué los humoristas, los bravucones del separatismo tienen frecuentes ingeniosidades frente a España, la religión católica, los andaluces, los murcianos, nuestros monarcas etc... y su ingenio se apaga, se vuelve romo al considerar, al vejar a otras confesiones ¿Por qué esos valientes, mordaces, comentaristas, se acojonan al mirar hacia el Islam por ejemplo? ¿Será que les falta precisamente eso, cojones?