Sánchez se ha liado la manta a la cabeza y ya da por seguro que va a lograr la investidura para la formación de un ‘gobierno progresista’. Y, sin decir ni pío de la Ley de amnistía que da por cierta y viable, ayer anunció que buscará los votos que le faltan hasta ‘bajo las piedras’.
Le faltó añadir ‘las piedras de Waterloo’. Que es el lugar donde reside el prófugo Puigdemont. Unos votos que piensa comprar Sánchez con la ley de amnistía, fondos públicos del Estado y con destrozos muy dañinos para la soberanía y la unidad de España.
En la certeza Sánchez de que bajo las piedras (los adoquines se decía en la rebelión del mayo francés del 68) no está ‘la playa’. Sino que más bien le espera una legislatura convulsa preñada de chantajes de nacionalistas y de la extrema izquierda (Podemos le exige que se renombre a Irene Montero ministra de Igualdad) con amenazas de sumarse a la primera ‘moción de censura’ que le presente Feijóo.
Sánchez cree que Puigdemont tragará sus condiciones y va a aceptar la hoja de ruta que le imponga Moncloa (la investidura delante de la amnistía, renuncia a la unilateralidad y sin autodeterminación) porque creen saber que a Puigdemont lo único que le interesa es su amnistía personal.
Y que la lista de exigencias de corte soberanista que presentó Puigdemont el pasado día 5 en Bruselas son unos simples adornos políticos para no decir a su gente y al nacionalismo radical catalán que todo esto sólo es para su beneficio personal.
Como personal sería en beneficio de Sánchez, al margen del interés general español. Por lo que a su vez Sánchez viste la mona con el discurso de una pretendida ‘mayoría progresista’. Cuando en realidad Sánchez también está pactando con partidos conservadores y separatistas como JxC y PNV.
En realidad en Moncloa y Waterloo nadie tiene certezas. Ni saben lo que va a ocurrir en los próximos días y semanas. Aunque el tiempo se acaba, se estrechan los márgenes y sigue pendiente de una crin sobre la cabeza de Sánchez la espada de Damocles de la repetición electoral.
Y eso sí que sería para todos ‘harina de otro costal’.