Tiene todo el derecho del mundo el expresidente José María Aznar a pedir que la sociedad española se pronuncie contra una ley de amnistía que, por otra parte, ni siquiera está presentada ni mucho menos redactada y que por lo tanto todavía no existe ni, si me apuran, puede que exista jamás en los términos que él sospecha o quien sabe si desea. No deja de ser el juego atrabiliario, maniqueo y peligroso, pero legítimo, de un político que quiere seguir siendo, sin postularse para ello, el oráculo de la derecha española.
Lo que no resulta tan legítimo, ni tan siquiera mínimamente decente, es equiparar directamente el asesinato de Miguel Ángel Blanco y el de las otras 849 víctimas del terrorismo de ETA con la intentona separatista del 1 de octubre de 2017 en Cataluña. La comparación resulta obscena y sobre todo hiriente para las familias de los asesinados -379 casos siguen sin resolverse- y no se corresponde con la realidad.
Hay suficiente argumentario jurídico para estar en contra de la amnistía por más razones de las que ahora me vienen a la memoria como para que Aznar vuelva a echar mano, de forma grosera, de Miguel Ángel Blanco, del tiro en la nuca y de ETA para arremeter contra ella.
Se ha colocado el ex líder del PP al mismo nivel pornográfico que el presidente de Asturias, el socialista Adrián Barbón, quien al ser preguntado por la cuestión ha declarado que a él le importa poco lo que se dé a los independentistas catalanes mientras Pedro Sánchez continúe en la Moncloa.
Con el ardor guerrero que le caracteriza, Aznar ha conseguido de una sola tacada, volver a autoproclamar su liderazgo moral en la derecha española, ningunear a Alberto Núñez Feijóo, todavía presidente del Partido Popular pero en horas muy bajas, darle un balón de oxígeno a Pedro Sánchez y apostar por él, con renglones torcidos, para que siga siendo el presidente de todos los españoles, si finalmente se decide a intentarlo tras el fiasco que se avecina del presidente del PP.
Es seguro que en Génova 13 se enteraron por la prensa de la calentura de su expresidente. Y también lo es que los amanuenses e ideólogos de Ferraz y la Moncloa se congratularon del regalo verborreico que les caía del cielo.
El PP tardó unas horas en ejecutar lo que exigía su antiguo líder -acto contra la presunta ley de amnistía- sin caer en la cuenta de que, como comenta un gran amigo por Twitter, los populares van a convocar tres días ante de su intento de investidura un acto contra la futura investidura de Pedro Sánchez. ¿De verdad hay alguien que piense en Génova 13?
El PSOE, por su parte, a verlas venir. Intuye, con satisfacción, que tras la dialéctica de Aznar la presunta pero no segura investidura de Sánchez está más cerca si quien está al otro lado de la trinchera, y nunca mejor dicho, es el representante más genuino de la derecha cavernaria.
No es de extrañar que destacados dirigentes socialistas salieran a la carrera y, con altas dosis de desvergüenza, empezaran a mentar a Franco, el golpismo y el alzamiento nacional. Desde que Aznar abrió la boca, el rival ya no era, desde el punto de vista de Pedro Sánchez y su entorno político y mediático, ni Feijóo, ni la derecha, ni la derecha extrema sino el mismísimo desaparecido dictador. ¡Qué pena de país!
Aznar le ha hecho un flaco favor a su partido. Ha borrado de un plumazo lo que queda de Feijóo y le ha dado a Sánchez la coartada que necesitaba para ir escribiendo el nuevo relato que a buen seguro acompañará al presidente en funciones -gracias a los articulistas de cabecera y los editorialistas de bolsillo- en su intento de seguir disfrazando de interés general lo que sólo es una simple y vulgar ambición personal.
Supongo que sin pretenderlo, el viejo líder de la derecha española le ha dado a Sánchez el empujón que necesitaba. Aznar se va a convertir en el factor aglutinador, en el pegamento que una a aquellos que pueden volver a conseguir que todo siga igual, incluso sin necesidad de cambiarlo. Si abrigaban alguna duda los socios “progresistas” del engendro que viene -especialmente los declarados representantes de las burguesías catalana y vasca-, la presencia de Aznar en el otro extremo las va a borrar de cuajo.
Muchos de quienes están en contra de las intenciones del PSOE y de Sánchez y por lo tanto de cualquier medida de gracia contra los que provocaron, y están dispuestos a volver a intentarlo, darle una patada a la Constitución, a la legalidad vigente, a la igualdad entre todos los españoles y a la convivencia pacífica entre nosotros, tanto a la derecha como a la izquierda de nuestro espectro político, que de todo hay, no quieren bajo ningún concepto contar con la ayuda de alguien tan tóxico y reprobable como José María Aznar. No quieren que las armas de destrucción masiva pongan sus sucias manos sobre Mozart, que diría el gran Manuel Vicent.