El Sevilla campeón de nuevo en la Liga Europa. Esta vez hubo que jugar 147, minutos, con dos prórrogas y lanzamientos de penalti. Y para hacerlo más difícil, a Montiel le paró su disparo Rui Patricio, pero éste se adelantó en exceso y hubo que repetir el tiro. Esta vez Montiel no falló y la copa se fue hacia Sevilla. Fue la séptima. Fue de nuevo el gran milagro sevillista. Esta vez mayor porque arrancó la temporada de manera casi lamentable. Estuvo en los puestos de descenso y cambió de entrenador. Llegó Mendilibar con su manguera y extinguió el incendió. Después, además de mejorar ostensiblemente en la Liga, llegó a la final europea y en campo que lleva un nombre tan ilustre como el de Puskas, en Budapest, logró la victoria.
El partido estuvo repleto de emociones e incertidumbres. La Roma pareció que se impondría porque los sevillistas pasaron muchos minutos atropelladamente y sin combinar adecuadamente. El empate conseguido en jugada repetida, de centros al área buscando a En-Nesyri, que no tuvo la mejor de sus noches llegó con el infortunado despeje romanista de Mancini. El gol en propia puerta relanzó al Sevilla. Lo había, merecido pro méritos propios. Y sobre todo, en la segunda parte. Los cambios introducidos por el entrenador, Suso y Lamela, por Oliver y Bryan surtieron efecto. La prórroga se jugó con ambos equipos llenos de calambres y cambios inevitables para buscar más fortaleza.
El Sevilla es a Liga Europa lo que el Real Madrid a la de Campeones. Los sevillistas han sido los grandes protagonistas de este torneo y estaban ya ilusionados con obtener el séptimo premio. El adversario era esta vez peligroso e italiano, lo que viene a significar que en cuanto marca un gol es dificilísimo empatarle. Los del Sánchez Pizjuán no creyeron en la teoría y se lanzaron al ataque con constancia. Mendilibar, entrenador sevillista, tuvo palabras de elogio para Mourinho que para estos casos es más veterano. Tiene más experiencia y se le supone más habituado a disputar partidos trascendentales y se lo pondría muy complicado al Sevilla. Y así fue desde el comienzo, pero finalmente Mendilibar acabó siendo el veterano y ambicioso.
El partido no era espectáculo para finos estilistas. Desde el primer momento hubo juego de poder a poder, sin restricciones mentales. Cada balón era disputado con verdadera agresividad. Hubo, además, dos ocasiones en que las cabezas chocaron de manera aparatosa aunque afortunadamente sin lesiones. Se jugó sin descansos, sin concesiones. En la primera parte fue el conjunto romanista el que hizo más juego atacante y peligroso. Bono tuvo que salvar un buen remate Spinazzola y el gol llegó en jugada que sorprendió a los defensores sevillistas en la contra y la acabó el argentino Dybala con remate que inutilizó la salida de Bono, El Sevilla no bajó los brazos y se lanzó hacia la portero Rui Patricio con más énfasis que con anterioridad al gol. Rakitic disparó desde fuera del área con fuerza y la pelota se topó con el palo. El guardameta no había llegado a tocar el balón.
Fue el mejor momento de los del Sánchez Pizjuán. Navas, extraordinario como en sus años juveniles, desde la banda derecha, potenció los envíos en busca de la cabeza de En Nesyri, pero el tanto no llegó. La insistencia dio su premio.
En los penaltis, Ocampos, Lamela, Rakitic y Montiel marcaron. Bono detuvo el disparo de Mancini e Ibañez estrelló su ocasión en el palo. Montiel logró la diana que acabó el largo encuentro.