Pablo Echenique, portavoz de Unidas Podemos-En Comú Podem-Galicia en Común del Congreso de los Diputados, admitió que los resultados del 28M habían sido “una tragedia”, pero culpó de la debacle al PSOE por “falta de valentía”. No sé exactamente a qué se refería: ¿quizás debieron los socialistas ir más allá del ‘sí es sí’ a contravía?, ¿quizás pudieron haberle dado una vuelta de tuerca a la ‘ley trans’ con un lacito legislativo?, ¿quizás debieron haber puesto dos huevos duros más en la ley de vivienda para garantizar el derecho de los okupas?, ¿quizás estaban obligados a reírle la gracia macabra a Otegi con los exetarras en las listas? No creo sinceramente que se refiera a que Pedro Sánchez debió coger por la calle de en medio y situarse en la senda de bolivariana para consumar un Estado del bienestar con cartillas de racionamiento. Este último supuesto de valentía sería, sin ningún género de dudas, una fake news más propio de alguno de los grupos trumpistas que pululan por los aledaños de la Puerta del Sol, principalmente.
Decía mi admirado Antonio Gala, recientemente fallecido a los 92 años, que la dictadura se presenta acorazada porque ha de vencer, y la democracia, por el contrario, lo hace desnuda porque ha de convencer.
A mi modo de ver, detrás de esta reflexión demoledora está el acto de valentía política que ha protagonizado el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que, pocas horas después de conocer el veredicto de las urnas en las elecciones municipales y autonómicas del pasado 28 de mayo, ha adelantado las elecciones generales al próximo 23 de julio. Chapó.
El ganador de los comicios locales ha sido sin paliativos el PP, que se ha quedado con 1,8 millones de votos de Ciudadanos con respecto a las elecciones de 2019, y el PSOE, como principal miembro del actual Gobierno, ha sido el gran derrotado: se ha dejado en la gatera 388.000 votos. El 3,42 por ciento de diferencia se traduce en 761.000 votos de distancia entre populares y socialistas.
En las autonómicas, el PP arrebató hasta siete comunidades de las diez que logró el PSOE en 2019: Comunidad Valenciana, Baleares, Extremadura, La Rioja, Cantabria, Canarias y Aragón. Eso sí, en cinco de ellas necesitará a VOX para formar gobierno.
En la bisagra está la principal diferencia: mientras VOX ha triplicado concejales y será decisivo en la formación de gobierno en hasta cinco comunidades y en numerosos ayuntamientos, Unidas Podemos ha pasado prácticamente a la irrelevancia: sólo sumará con el PSOE en Navarra y se queda fuera de cinco de las doce autonomías que habían llamado a las urnas, y en los ayuntamientos, poco o nada podrá aportar.
Aunque, como he dicho, su victoria es indiscutible, el PP, en una extrapolación de resultados, no alcanzaría la mayoría absoluta. Y está por ver si lo la lograría con VOX.
Con el adelanto electoral, Pedro Sánchez pone de manifiesto su disposición a rendir cuentas ante los ciudadanos asumiendo toda la responsabilidad y lo hace sometiéndose de nuevo a las urnas. Y en esta especie de segunda vuelta de las elecciones municipales y autonómicas, ofrece de entrada a Unidas Podemos y a todas las izquierdas a la izquierda del PSOE una segunda oportunidad de redención para superar esta etapa taifa que las ha puesto al borde de la desaparición. Y también acalla el ruido de sable que su oposición interna quiso inaugurar la misma mañana del lunes 29 de mayo con Eduardo Madina al micrófono, Emiliano García-Page a la batería y el resto de barones destronados entre pitos y flautas. Seis meses aguantando la mandanga interna hubieran desembocado en un PSOE tornado en purito Puerto Hurraco.
En definitiva, con el adelanto electoral, Pedro Sánchez le ha hecho un favor al PSOE, que podrá comparecer sin la mochila de las ocurrencias de los ministros podemitas, a Podemos, que gozará de una segunda oportunidad para no seguir la estela de Ciudadanos, y a sí mismo, que podrá resarcirse tras haber sufrido una de las campañas de desprestigio más duras que se recuerdan.
Está claro que hay partido, aunque el terreno de juego estará cuesta arriba, Pablo Motos será el árbitro y Ana Rosa estará en el VAR. Si remonta, le encumbrarán por el movimiento táctico o lo santificarán en la Fiesta de la Rosa por el acto político milagroso. Y si no lo hace, adelantará seis meses el cambio de ciclo, y nadie podrá reprocharle que se aferra al Falcon, a la poltrona, a Txapapote y a toda la basura que le han echado encima con el patrocinio del PP. Y se situará en las antípodas de Ayuso, como un auténtico demócrata.