La expectativa de una durísima campaña electoral de seis meses pesó en la conciencia de Sánchez durante toda la tarde-noche tras la evidencia de los resultados del domingo. Eso explica el adelanto electoral, táctico y oportunista (lógica política) y también que Feijóo iniciara su intervención ante las cámaras con esas palabras: “cuanto antes mejor”. Mejor para el incumbente que defiende los resultados de noviembre de 2019, mejor para el pretendiente, el PP de Feijóo, que apuesta por confirmar el cambio de ciclo político iniciado el domingo. Y mejor para los españoles que reducen el tiempo de incertidumbre del período de confrontación hasta las urnas.
La convocatoria de elecciones generales se ha sobrepuesto al análisis de los resultados de las municipales/autonómicas (un follón tapa otro follón) y ha cancelado de un plumazo una etapa autocrítica en el PSOE para imponer cierre de filas interna que evite un desastre.
El domingo el voto de los españoles puso punto final a buena parte del poder autonómico y municipal del PSOE (pierde seis comunidades y medio centenar de ciudades) y advierte la preferencia electoral a favor del PP, coincidente con el retroceso de los aliados de Sánchez. Esta campaña electoral ha legitimado el protagonismo de dos partidos: Bildu y VOX, aliados coyunturales y oportunistas de los dos partidos centrales. Un dato que proporciona más renta al PP que al PSOE. La alianza, donde convenga, del PP con VOX es más valiosa que los escaños que aporten ERC y Bildu a los socialistas; una alianza esta última que ha servido a Sánchez para gobernar durante cinco años, pero que le ha restado base electoral.
El Partido Popular ha absorbido el voto y buena parte de los cuadros de Ciudadanos (le queda hacerse cargo de las previsibles deudas y cerrar la marca) mientras que PSOE sufre por el derrumbe de sus socios a la izquierda que a marchas forzadas tendrán que unificarse bajo la marca (un tanto desgastada) de Yolanda Díaz como única alternativa para seguir en las instituciones y en la nómina presupuestaria.
Feijóo ya ha anunciado que su estrategia pasa por el “antisanchismo” y la apelación al voto útil para ganar el espacio que VOX arrebató a Rajoy y Casado. Y Sánchez tendrá que establecer un marco fundado en esos resultados económicos exitosos que conforman el discurso (y el de sus ministros) reiterado desde hace meses, que no sirvió el domingo pero que puede servir en julio a pesar de las debilidades que esconde.
Lo que las encuestas detectan es voluntad de cambio de una mayoría de los electores; más desconfianza hacia los socialistas/Sánchez que confianza en los populares de Feijóo. La diferencia de 3,5 puntos (32% vs 28,5) entre PP y PSOE puede no ser suficiente para alcanzar una mayoría de gobierno; todo dependerá de lo que obtengan los aliados potenciales de cada uno y de lo que logren convencer a los dudosos durante las ocho semanas que faltan para la cita decisiva. Cuanto antes, mejor para todos.
Con los datos delante no se puede sostener que el PSOE/Sánchez esté derrotado ni que el PP/Feijóo sea un triunfador indiscutible para la próxima ronda. El vuelco está en marcha, pero no está garantizada su suficiencia.