Con el autobús de Madrid en el horizonte
El problema está en el recorte brutal de corridas de toros y novilladas picadas, en curva descendente desde hace ya varios años. La verdad es que no sé por qué se le llama así, “curva”, puesto que se manifiesta representada por una recta que une puntos de inflexión de una trayectoria determinada de algo o de alguien. En nuestro caso, son números cantados: cada vez se dan menos festejos taurinos en los ciclos de la temporada española. Las fechas, se constriñen, se reducen hasta límites cuasi testimoniales, en algunos casos. Se avista la temporada de toros en España no sin cierto recelo. Olivenza, parece mantenerse con sus tres corridas de toros en dos días (una, es matinal) y dos novilladas, y por lo que sabemos Castellón y Valencia irán a por cuatro festejos mayores, con sus correspondientes huecos para los rejones, si lugar hubiere. Pues bien, se sabe ya, por las indagaciones pertinentes, que las llamadas “figuras” tienen su puesto atado y bien atado. Me refiero a las figuras en plena actividad, caso de Juli, Manzanares, Roca Rey, Ferrera, y sobre todo Morante de la Puebla. A mayores, la que para mí es una “figura” consolidada, la que ha hecho acopio de tal cúmulo de méritos que merece figurar sobre grandes caracteres en la primera línea de la cartelería taurina del momento: Emilio de Justo. Estos son, quiérase o no, los ingredientes básicos del puchero que se pondrá a cocer sobre la primera fogata de la temporada española. Y ahora, ustedes pueden empezar quitar o poner nombres, según gustos, filias y fobias, pero son los que están: los mismos que utilizarían ustedes, voluntarios “quitadores”, si fueran empresarios taurinos y tuvieran que abrir la taquilla de las Plazas que regentan. Después, no cabe duda de que, por ejemplo, Diego Urdiales, Daniel Luque, Pablo Aguado o Juan Ortega, deberían ser bocado a no perderse por los mejores catadores del buen toreo, pero…
En este “pero” está el busilis de la cuestión. Con el metraje que demandan los tiempos –aún no sabemos lo que nos espera en lo que al aforo de las Plazas se refiere—no hay cristiano que se lance al vacío de confeccionar un ciclo de toros –Madrid, aparte—con las dimensiones de hace una década, pongo por caso. Si en la feria de la Magadalena o la de Fallas se dieran el doble de corridas de las que ahora anuncian, no duden que a estas alturas del año ya se estarían disputado un segundo puesto esas mismas “figuras” y, por supuesto, los demás toreros citados, todos de contrastada calidad. También habrían encontrado hueco, por ejemplo Ginés Marín y Tomás Rufo, dos emergentes que a estas alturas del calendario, si se cumplen las predicciones, deben estar profundamente decepcionados. ¡Qué esfuerzos no habrán hecho sus apoderados para incluirlos en estos primeros carteles, que son básicos para su definitivo lanzamiento! ¿Creen que Curro Vázquez (Ginés Marín) y los hermanos Lozano (Tomás Rufo) no se habrán batido el cobre para colocar a sus poderdantes lo mejor posible? Pues claro que lo habrán hecho; sin embargo, al final, se habrán rendido ante la evidencia: las ferias taurinas son como los taxis, tienen un cupo máximo de pasajeros. Curro Vázquez, creo, ha conseguido obtener plaza para Pablo Aguado, pero habrá peleado por Cayetano y Ginés, con toda seguridad. Caben los que caben. Ni uno más. En el escalafón actual, hay un contingente de matadores suficiente para ocupar varias flotas de autobuses de dos pisos, de los que ya no ruedan por España. En un apreciable porcentaje, con derecho a asiento, pero…
Los “peros” del toreo actual son demasiados; por ejemplo, la compartición de actividades tan contrapuestas como las de ejercer de empresario y apoderado un mismo sujeto, sea persona física o jurídica. Es una práctica altamente perniciosa. Mientras no se regule --o, mejor, se destierre de alguna forma-- esta dualidad, vamos de cráneo; sin embargo, la cuestión que ahora nos ocupa –y nos preocupa—es la del taxi y el autobús de dos pisos que albergan y albergaban, respectivamente, a los carteles de las grandes ferias españolas. No hay sitio para más. Los rezagados, los que, otra vez, se ven parados a unos pocos metros del estribo, habrán de aguardar –Sevilla parece estar copada por la “sevillanía” imperante-- la llegada de Madrid. Allí, todavía funcionan los autobuses de dos pisos. Algunos circulan cargados de turistas, con speaker, dando vueltas por las zonas más castizas y emblemáticas de la capital del reino. Los otros autobuses, los virtuales o imaginarios que habrán de ocupar el aluvión de toreros que entran a formar parte de la maratoniana feria de San Isidro, son la baza principal del grueso de nuestra torería andante, la que, de momento, se ha quedado verlas venir. Cuando llegue Madrid, será ella, para ellos. Los primeros taxis de la temporada tienen bajada la bandera y apagado el piloto de “libre”. Están llenos.