Tribulaciones de un crítico taurino
Cuando una corrida de toros entra en barrena y discurre por el cauce de la más absoluta indolencia, la salida de la Plaza se envuelve en una laxitud amorfa, displicente, indiferente. No hay gestos hoscos, malhumorados o crispados, sino la plácida resignación de lo inapelable: --¿De donde vienes? --De los tooooros… Se van los toreros […]