La rueda de la fortuna
Hay tardes de toros que se tuercen desde antes de que llegue la hora del toque de clarín. Esta decimoctava de abono, por ejemplo. Fernando Cruz, uno de los toreros que gozan de mejor –y merecido—cartel en la plaza de las Ventas, tiene un problema congénito en las vías respiratorias: es asmático. Esta mañana, a eso de las siete, intentó ejercitarse levemente para comprobar si el tratamiento que le han aplicado respondía favorablemente, y ¡quiá!. A la cama, otra vez. Parte facultativo al canto, lágrimas del torero y la rueda de la fortuna que se pone en marcha para que su sustituto, Alberto Aguilar, se lleve doble premio: el de su inclusión en la terna y el de dos toros de triunfo, uno de ellos, de los que consagran a un torero.
Vayamos por partes, como diría mister Jack, Para empezar, la cosa atmosférica se puso revuelta y volvimos a padecer el tormento de entrar en la plaza con ropa de abrigo y utensilios contra el agua. Contra el viento, no. Contra el viento no tenemos nada que hacer, ni el público ni los toreros. Otra tarde de ventarrón, con lo que ello implica de aumento de riesgo para quienes se ponen delante del toro. Vuelan capotes y muletas a capricho de oleadas, unas veces del viento y otras del toro, o de ambas al tiempo. Tales y tan indeseables circunstancias climáticas perjudicaron, sin duda, la compuesta faena de muleta que estaba llevando a cabo Chechu, un joven matador de toros de Sanse, que es como los castizos denominan a San Sebastián de los Reyes, uno de los pueblos más taurinos del alfoz de Madrid. Pues bien, el tal Chechu acaba de confirmar alternativa de manos de Capea (por la ausencia de Cruz) y le ofreció la muleta al toro de Montealto, un cinqueño con dos garfios acucharados por pitones. Un “tío” con toda la barba que metió los riñones en dos puyazos tremendos y llegó aplomadísimo a la jurisdicción muletera del toricantano, lo cual no fue óbice para que, en un mínimo descuido, el toro no desaprovechara la ocasión de prender y herir a José Ramón García, en cuanto lo tuvo al alcance de sus leznas. Mala suerte, muchacho.
Y buena para el que llegó de convidado de luces a esta nueva oportunidad en la plaza de Madrid. Alberto Aguilar, lógicamente, salió dispuesto a justificar su entrada en el cartel y se puso muy firme, muy de veras ante el segundo toro (se alteró el orden de lidia por el percance mencionado), que tenía por infausto nombre “Fandanguero” –así se llamó el toro de Graciliano que se llevó por delante a Curro Puya en la vieja plaza madrileña, el año 31–, abanto de salida y coceador de pencos en el primer tercio; pero tomó la muleta con gran nobleza, especialmente por el pitón izquierdo. Aguilar le dio fiesta por este lado, con aplomo y torería, y también por el contrario, aunque las suertes salieron menos limpias. Atacó por arriba y, aunque la estocada cayó algo defectuosa, cobró el primer cupón de esta bonoloto que es el toreo. El segundo cupón salió en sexto lugar. Era el que entró en el lote de Chechu y, por tanto, a él le hubiera correspondido lidiar y estoquear. Un dije de toro: de pelo castaño chorreado en verdugo, largo, pero bajo de agujas, de prominente morrillo, rematada culata y agraciada encornadura. Repito, un dije. Con tales hechuras, un experto taurino hubiera dicho: “éste no marra”. Y no marró. Embistió a la capa con gran templanza, acudió de largo al caballo, derribando en las dos ocasiones y después fue un torrente de bravura y nobleza, hasta que, agotado por el metraje de la faena, buscó discretamente el amparo de las tablas. ¿Tan malo es esto?
Aguilar sabía que tenía ante sí, dos premios gordos (bote incluido) al alcance de su mano, de su capacidad y de su espada: un toro de bandera y la Puerta Grande de Las Ventas. Ciertamente, pegó muchos pases, unos más armónicos y templados que otros, destacando una gran tanda, la quinta, con la derecha. Pero pinchó antes de envasar el acero, arriba y pelín trasero. La petición fue abrumadora, pero el presidente negó el trofeo y le cerró al torero la Gran Puerta de Madrid. ¡A ver ahora quien consuela al muchacho!
También El Capea tuvo su cupón de la suerte con el quinto toro, un castaño que empujó mucho (como toda la corrida) y que llegó al tercio final galopando y tomando los flecos de la muleta sin pestañear, con largo y boyante recorrido. Perico estuvo especialmente acertado en dos tandas en redondo con la derecha, pero al natural bajó muchos enteros, lo cual espoleó a la “porra” que le tiene inquina y todo se fue desmoronando, máxime cuando pinchó tres veces antes de mandar al toro a las mulas de una buena estocada. Ni él ni Aguilar pudieron hacer gran cosa con sus anteriores “montealtos”, el uno (tercero de la tarde) porque fue pésimamente lidiado y el otro (cuarto), porque en seguida se defendió a tornillazos. Pero conste que ambos toreros –Alberto Aguilar, especialmente– lo tuvieron a huevo.
Si por hache o por be no se aprovechan tan gratísimos golpes del azar, malo. La rueda de la fortuna recala muy pocas veces en esta plaza.
Madrid, plaza de Las Ventas. Feria de San Isidro, 18ª de abono. Ganadería: Montealto. Corrida de gran trapío y, en conjunto, de notable comportamiento. Muy castigados en varas los dos primeros toros, por lo que, el primero llegó aplomado a la muleta. El segundo manseó al comienzo de la lidia, pero llegó noble y repetidor a la muleta, tercero y cuarto, más deslucidos, el quinto, bravo y encastado y el sexto, extraordinario: bravo, encastado, noble y repetidor, su único defecto fue buscar las tablas al final de la faena. Espadas: José Ramón García “Chechu”, que confirma alternativa (de vainilla y azabache, cogido por el primer toro): Pedro Gutiérrez “El Capea” (de nazareno y oro), dos pinchazos y estocada buena (Silencio), tres pinchazos y estocada sin puntilla (Silencio) y Alberto Aguilar (de azul y oro), estocada defectuosa (Oreja protestada), estocada y seis descabellos (Aviso y silencio), pinchazo y estocada algo trasera (Petición mayoritaria y vuelta) Entrada: Mas de tres cuartos. Incidencias: Tarde sumamente desapacible, con ventarrón, temperatura en descenso y ligera lluvia durabte la lidia del cuarto toro. Alberto Aguilar sustituyó a Fernando Cruz, aquejado de problemas asmáticos.Chechu, fue operado en la enfermería de una cornada en el tercio medio, cara posterior, del muslo izquierdo, de 25 cm., que afecta a los isquiotibiales y contusiona el nervio ciático. Pronóstico: grave.