Incendios de invierno
Como papel quemado son los bordes de las flores fucsias de los brezos que salen en los montes tras los incendios.
Estos del invierno, son los más tristes porque se quema el arbolado con las yemas del año abrochadas en las ramas y porque, además, son mucho más frecuentes de lo que creemos.
En Cantabria, el 76,21% de los incendios, se producen en los meses más fríos, según leo en la tesis doctoral “Incendios forestales y gestión del fuego en Cantabria”, Santander 2015, de Virginia Carracedo Martín, quien señala que los incendios en Cantabria tienen una distribución desigual, “hasta el punto de que enero, febrero, marzo y abril han concentrado a los largo de los últimos 20 años el 76,21% de los siniestros de cada temporada”.
Por las condiciones atmosféricas, en la que al tiempo seco se le unen los vientos del sur, la temporada de incendios en Cantabria suele comenzar curiosamente en diciembre, y con una estrecha relación con “el acondicionamiento de áreas de pastoreo antes de la subida al monte del ganado en primavera”.
Esto no quiere decir que haya que culpar del origen de todos los incendios a los ganaderos, pero sí se han estudiado, dentro de la oscuridad que envuelve como el humo a los incendios, las causas en Cantabria, y con toda la cautela se señala que “más de tres cuartas partes de la motivación de los incendios intencionados está relacionada con las prácticas ganaderas o agrícolas”.
Me pregunto si estos días seguían vigentes en Cantabria, a pesar de los fuertes vientos del sur y de las altas temperaturas, los permisos para las quemas porque yo recuerdo todavía cómo se podían obtener permisos de quema en Galicia, hace unos años, cuando estaba clarísimo que por la sequedad de la vegetación y por el viento podría producirse un conato que derivara en gran incendio, sencillamente porque administrativamente esos permisos se obtenían con la misma con fecha fija todos los años, sin atender a las condiciones ambientales del momento.
Ahora, con rapidez de reflejos, se suspenden estos permisos de inmediato si las condiciones atmosféricas lo aconsejan, incluso en fechas muy tempranas con respecto al verano, que es cuando preferentemente se queman los eucaliptales que por aquí proliferan al calor de la papelera que los engulle, y que ha transformado ella sola todo el paisaje de una región, como otra forma de incendio, un incendio verde sobre el robledal que había, sin que nadie parezca lamentarse mucho por ello.
Siempre buscamos un culpable porque eso nos alivia, pero los pirómanos, que son personas con una enfermedad mental, son la causa tan sólo de un 1,42% de los incendios en Cantabria. Como mucho.
Una vez leí una frase que lamento no recordar de quién era y que decía que, la Naturaleza, ya no conforma los paisajes, sino la política. Y quizás haya que revisar la Ley de Montes que se ha estrenado con tanto incendio y que, aunque finalmente tengan estos lamentables fuegos más que ver con los extraordinarios valores de las temperaturas y el fuerte viento del sur, habrá que realizar, a mi parecer, una rigurosa investigación, por si no fuera así.
He leído también a Virginia Carracedo decir que estos asuntos de los incendios tienen, como el humo, muchos grises.
No puedo estar más de acuerdo, porque ni siquiera podemos generalizar para todo el territorio, ya que en cada región son distintos los incendios, ¡quién nos iba a decir que en Cantabria la peor época no es el verano sino el invierno!
Y no todos los bosques son iguales.
Estos bosques cántabros… no quiero ni pensarlo, porque para mí es como si hubiera ardido una parte del Museo del Prado.
Reverdecerán los montes, florecerán los brezos, pero el arte de la Naturaleza, como dentro de un marco vacío, para siempre, que nosotros podamos contemplar, se habrá, en miles de hectáreas, reducido.