El amor
Mi padre suele decir que el día de los enamorados es un invento de los centros comerciales pero yo siempre le recuerdo regalándole algo a mi madre, a veces incluso algo cursi como una miniatura de flores de porcelana.
Nos dejaban solos para irse a Toledo, que era donde se habían enamorado, y en casa quedábamos mis hermanos y yo porque en esa celebración del amor, sobrábamos. Ese afán de exclusión, puede que defina el amor, un sentimiento que en ocasiones traza un círculo que se estrecha hasta la obsesión.
Entre los buenos ensayos que yo haya podido leer sobre el tema se encuentra, además del conocidísimo de Stendhal “Del amor”, el de Octavio Paz, titulado “La llama doble” donde creo recordar, si no me confundo con otro autor, que hablaba de la influencia del Mester de Juglaría y del amor cortés en nuestra idea actual del amor. Lo que más me gustó del libro fue el prólogo (que Paz llama “liminar”: preliminar) porque cuenta, y se nota después en la lectura, cuánto le costó a él, siendo poeta, escribir sobre el amor; quizás, pienso ahora, porque una cosa es la revelación de la poesía, la sublimación en palabras de un sentimiento, y otra es mezclarla con la razón: no se deja.
Lo que no he olvidado de Octavio Paz es su voz, leyéndome desde México un poema sobre la lluvia que caía sobre la grabación como sus palabras, gracias a la amabilidad de Marie-Jo, que era la mujer a la que él amaba y que fue la persona que se puso al teléfono.
Le llamé porque, para mí, la Naturaleza no ha existido jamás sin la poesía. Quiero decir que es más que un paisaje, o un conjunto de especies científicas: es un amor por la vida, por lo que existe; eso es para mí la Naturaleza: la vida en mi vida. Y para concretar eso en algo, hace falta la poesía.
Acaban de otorgarle un reconocimiento a un ecólogo, el profesor Daniel H. Janzen, por poner el código de barras de la vida a las especies que va encontrando en Costa Rica. Sale en la foto con una especie de puercoespín en el hombro y su mujer al fondo en lo que parece una cabaña en la selva. Dice que hay quien ve la Naturaleza como un analfabeto la Literatura, pero él es capaz de leer la biodiversidad gracias a su mirada. La mirada enamorada que todo lo revela, ya que deja el amor por el camino muertos en vida que ven como fantasmas porque todo se les transparenta.
Dicen que hay especies que están juntas de por vida, aunque yo no haya podido comprobar tal cosa: no he conocido un ganso que muriera de amor, sino porque se los iba llevando una garduña.
Por aquí, si es verdad, ya se ve a los mirlos emparejarse y buscando entre las silvas un lugar para hacer el nido. El frío, nada tiene que ver con esto, sino las horas de luz. Puede que el amor sea también una luz que nos deslumbra.
Aunque para mí el amor es cuando mi marido de lejos me pregunta, al oír que ya me levanto porque estoy acabando este artículo: “¿Qué tal, cómo lo llevas?”
No hay para mí mejor declaración de amor que esa.