Cuando los hijos emigran
Me enseña, orgulloso, su contrato. Tiene razón, es bonito. Está escrito en francés sobre un papel de tacto casi de tela deshecha en agua, con el nombre de la firma en relieve. Se detienen ahí también mis dedos como si así, a ciegas, pudiera conocer mejor la empresa a la que se marcha. Seguramente es […]