Todo lo que era sólido, de Antonio Muñoz Molina
Todo lo que era sólido, de Antonio Muñoz Molina. Ed. Seix Barral Biblioteca Breve. 2013. ISBN 978-84-322-1544-5, 255 págs. 18,50€.
O ensayo sobre los años del delirio en España (entiéndase por delirio los años de boom inmobiliario, despilfarros, etc..) Aunque lo que cuenta Muñoz Molina es demoledor y cercano, en ocasiones me he reído mucho. La visita del presidente de una comunidad autónoma a la sede del Instituto Cervantes de Nueva York: la cohorte de asesores, jefes de prensa, guardaespaldas que se atascaba en los exiguos pasillos del centro. La falta de atención hacia lo que se dice, y la esperada foto que hará que todos sepan que estuvieron allí. Así funciona mucha de la cultura-espectáculo. No me pondré en plan Guy Débord, pero si no hay artificio y mil notas de prensa y fotos con el artista es que no sucedió. A la pregunta: pero, ¿qué sucedió? Te remiten a la foto, que una imagen vale más que mil palabras, sobre todo si lo pintó Lorca, que decía aquel.
Los fastos de exposiciones internacionales (con el capítulo dedicado a la Expo 92 también te ríes), las cifras desbordantes de construcciones, centros culturales, centros de interpretación, campos de golf, más urbanizaciones…sí, ahora visto, con distancia todo parece fácil de criticar por excesivo. En su momento, casi nadie decía que el emperador fuese desnudo, casi nadie se apartaba para criticar el impulso, ni se sentaba en su banco a cuestionar cómo es que le daban un crédito casi sólo con presentar el DNI.
Muñoz Molina hace un llamamiento a la sensatez, al rigor, a la querencia por un trabajo bien hecho, sin trampas ni artificios. Hace un llamamiento a una “serena rebelión cívica “ (pág. 245), que destape a los políticos segundones y deje paso a los que con una visión más general y no de medro personal, quieran de verdad, trabajar al servicio de los demás. Y marcar límites. Marcar límites a la política, que se ha inmiscuido en todos los frentes, arrasando y sin ninguna consecuencia en los que lo hicieron. Los otros, los arrasados, quedaron devastados.
Que cada uno haga su trabajo, decía Camus. Que cada uno elija ser un ciudadano adulto, dice Muñoz Molina, al estilo de Javier Gomá en “Ejemplaridad pública”.
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