Grandes editores en la sombra
Hay noticias que uno preferiría no recibir. El pasado 15 de mayo murió Juantxu Herguera, uno de esos editores de los que cada vez quedan menos, aunque nos parecen cada vez más necesarios. Uno de esos editores que no suelen salir en los reportajes sobre editoriales, territorio exclusivo de directores o pequeños editores independientes.
Desde 1999 hasta 2010, Juantxu trabajó incansablemente en el grupo Santillana, primero en Alfaguara y más tarde en Punto de Lectura. Escribió una novela a seis manos con su amiga del alma Paca Arceo y con María Antonia Slocker, y después se entregó de lleno a los libros de otros escritores, al cuidado de los textos y las maquetas, a la búsqueda de la palabra exacta. Somos muchos los que aprendimos de su mano a revisar un índice, unos ferros, un texto de contra. En 2010, como dice Juan Cruz en su sentido obituario, Juantxu “decidió mirar hacia otro lado, y aún más adentro” y dejó Santillana, aunque no los libros.
El pasado 15 de mayo murió después de un trasplante de corazón. A aquellos que acabamos perdiéndole la pista nos queda la pena de no haber vuelto a ver su sonrisa franca ni haber escuchado de nuevo su risa, que llenaba pliegos. Si nos permiten un desolado juego de palabras, nos gustaría dedicarle a él, incondicional de García Hortelano, aquellos versos de Miguel Hernández: “Yo quiero ser llorando el hortelano / de la tierra que ocupas y estercolas, / compañero del alma, tan temprano”.
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