Arrimadas y Villacís, se disputan el muerto
O sea, que después de la debacle de Andalucía a la vicealcaldesa Begoña Villacís todavía le quedan ganas de fiesta y de disputarle a Inés Arrimadas el liderazgo y el cadáver de Cs. Motivo por el que aún asombran las ansias de protagonismo -‘ministro aunque sea de Marina’, se decía en el franquismo- que les quedan a algunos dirigentes de Cs que como Villacís andan, por ahí, haciéndose campañas de imagen en sus medios ‘amigos’.
Dirigentes ‘de fortuna’ que, bien junto a Albert Rivera en 2019 o con Inés Arrimadas desde entonces (o con los dos), colaboraron en el hundimiento del partido político con su incompetencia y sus muchos errores y disparates, Salvo los que se marcharon a tiempo cuando Rivera se negó a pactar un gobierno de coalición con Sánchez tras los comicios de 8 de abril de 2019.
Un histórico error (que acabó metiendo a Iglesias en el Gobierno de España) al creer Rivera: creyó que Sánchez quedó ‘embrujado’ por Frankenstein en la moción de censura contra Rajoy; y porque Rivera se vio con posibilidad de liderar el centro-derecha español en menoscabo del PP. Alucinaciones ambas del fundador de Cs que Rivera pagó caras con su ejemplar dimisión.
Cs está en la ruina política (y puede que económica) y se ha convertido en el tonto útil del PSOE (en Andalucía han tirado 120.000 votos a la papelera) desde que Arrimadas se fue con Sánchez a Murcia en la primavera de 2021 (tras estrellarse en los comicios catalanes del 14-F) a presentar una moción de censura contra el gobierno murciano del PP, que resultó un fracaso y un espantoso ridículo.
Y lo que provocó él adelanto electoral en Madrid del 4-M donde, finalmente, Cs desapareció, ampliando la secuencia de cuatro derrotas consecutivas en Cataluña, Madrid, Castilla y León y, ahora, en Andalucía.
Secuencia en la que Cs perdió en estas CC.AA, ¡88 diputados regionales!: 30 en Cataluña, 26 en Madrid, 11 en Castilla y León y 21 en Andalucía. Que, si los sumamos a los 47 diputados nacionales que Albert Rivera se dejó en las elecciones generales del 10-N de 2019, veremos como en los últimos 30 meses Cs ha perdido, bajo los liderazgos de Rivera y Arrimadas, un total de 135 diputados autonómicos y nacionales. Además de presencia destacada en los gobiernos de Madrid, Castilla y León y Andalucía.
Y por lo menos Albert Rivera tuvo, tras su debacle del 10-N, la dignidad de dimitir y dejar la política tras perder 47 diputados nacionales, mientras que Inés Arrimadas, tras perder ella 88 diputados autonómicos, todavía tiene la desvergüenza política de seguir en el cargo (debería dejar hasta el escaño en el Congreso) y querer liderar la ‘refundación’ de lo que ya no queda de este partido en vez de seguir el ejemplo de Rivera y de Juan Marin en Andalucía.
Y ahora este enésimo funeral de Cs el único interés, o la simple curiosidad, que despierta es la de saber si la sonriente Begoña Villacís disputará a Inés Arrimadas la presidencia del cortejo fúnebre. O si, sensatamente, ambas irán como plañideras a las exequias de la disolución de este partido antes que en las elecciones de 2023 se lo lleve el viento de la total indiferencia de los votantes.
La cuestión de la que hablan Arrimadas, Bal y Villacís, como si ellos fueran imprescindibles para España o para darse importancia, es la de su posible integración en el PP lo que nadie oficialmente les ha pedido. Y lo que pudo tener algún sentido hace un año pero ahora ya no.
Porque la gran mayoría de los votantes de Cs se han marchado al PP como se acaba de comprobar en Andalucía. O sea que Cs se acabó mientras este par de viudas desconsoladas que son Arrimadas y Villacís se diputan la propiedad del muerto al que no quieren dar descanso ni sepultura diciendo lo que en estos casos haya que decir: ‘que descanse en paz’.