Karima Benyaich, embajadora ‘non grata’
Cuando un embajador o embajadora, como la marroquí Karima Benyaich, rompe la cortesía diplomática y hace declaraciones públicas y amenazantes contra el Gobierno del país donde ejerce sus funciones queda desautorizada y merece ser considerada por el país de acogida como persona ‘non grata’.
Y da igual que el Gobierno de Marruecos haya llamado ‘a consultas’ a su embajadora Benyaich (de la que se dice que tiene buena relación con el Rey Mohamed VI) o que ella, insistiendo en su descortesía, diga que no volverá a España (ni falta que hace) mientras el jefe del Polisario Brahim Ghali siga en el territorio español. Porque lo lógico sería que el Gobierno de España no la permita regresar a Madrid como la embajadora de Marruecos.
Y da igual que, a título de represalia, el Gobierno de Rabat, expulse también de Marruecos al embajador español, Ricardo Diez-Hochleitner, quien sí ha actuado en esta crisis con la discreción y la dignidad que exige el cargo sin entrometerse públicamente en la política interior marroquí.
Karima Benyaich, que tiene cara de Matahari y espía mala de película, está abrasada por su intempestiva locuacidad. Y además, después de lo ocurrido en Ceuta, que es una violación del Derecho Internacional y una invasión del territorio de España y de la UE, no está en condiciones está embajadora de dar lecciones a nadie ni de nada.
Y menos aún después de infame decisión de su Gobierno de lanzar al mar, para que entraran en Ceuta, a niños muy pequeños y a jóvenes indefensos que afortunadamente fueron salvados por España.
Un Gobierno el marroquí que, por lo demás, es autoritario y no respeta las libertades y los Derechos Humanos, al tiempo que incumple las resoluciones de las Naciones Unidas sobre el derecho de autodeterminación del Sáhara Occidental.
Pero como dijo el primer ministro de Italia, Mario Draghi, a propósito del presidente turco Erdogan, en Europa muchas veces ‘con estos dictadores tenemos que cooperar’. Y eso es lo que le pasa a España con la dictadura de Marruecos. Pero ello no implica la necesidad de tener que soportar en Madrid a una desafiante Karima Benyaich cuyo cargo de embajadora en España se tiene que acabar ya.