Un paseo por el Prado
No estaría nada mal que el Museo del Prado organizara una visita guiada para la clase política española porque a buen seguro que son muchos los que no lo conocen. Y otros tantos los que no saben que en el interior de ese laberinto maravilloso están notorias escenas de la vida, la literatura, y una buena parte de la Historia de España y universal, amén de un inmenso tesoro pictórico porque el Prado es, sin lugar a dudas, la primera pinacoteca del mundo y de un valor incalculable.
Y si alguien le pusiera precio al Prado, a buen seguro que los catalanes independentistas desistirían de la secesión de solo pensar lo que iban a perder por la parte alícuota que les toca.
Bueno, todavía estamos en verano y calentando motores para la vuelta de vacaciones de los artistas del poder de cara al otoño calentito que se nos viene encima, por lo que podemos permitirnos alguna alegría en el Madrid sin madrileños de verano. Que, mire usted por dónde, recuperó el turismo perdido que en estos días llena las salas del Museo con una avalancha de visitantes chinos, lo que constituye una novedad.
Y los que pensarán viendo el museo que los españoles eran y son muy religiosos, muy guerreros, y muy monárquicos, lo que ya no es así por mas que de la visita al Prado pueda desprenderse esa sensación.
Además de entre los mejores cuadros del museo se podrían sacar algunas comparaciones odiosas o divertidas, amén de anécdotas y detalles -el niño Jesús que toca las monedas de oro del cofre que le ofrece el Rey Baltasar en ‘La Adoración’ de Rubens, por ejemplo- que en algún caso nos acercan a la vigente realidad de nuestro país.
Por ejemplo, no cabe la menor duda que en el Jardín de las Delicias -el cuadro preferido del Papa Benedicto XVI- de El Bosco está todo lo que hay que ver y saber. El paraíso terrenal, la gran bacanal del pecado, el despilfarro y la ostentación del poder, y el mismísimo infierno que es donde irán a parar muchos de los mas golfos y corruptos de nuestro tiempo que los hay a millares.
Y hablando de corrupción hay alegorías, por ejemplo en las pinturas negras de Goya, que no tienen desperdicio como ‘El gran cabrón’, o ‘Luis el cabrón’ que aparece en los papeles de Gürtel y que no se sabe bien si se refiere a Bárcenas o Delso, como se ha escrito de ambos dos luises y amigos de Paco Correa.
Don Francisco de Goya es el rey del Prado por la fuerza de su obra, su calidad y modernismo, en la que se incluye el majestuoso cuadro de la familia de Carlos IV, que ya quisiera Antonio López haber imitado en su reciente creación sobre la familia del Rey Juan Carlos I.
Y que decir de los viejos comiendo sopa, en estos tiempos de la sopa boba y de caridad, o del duelo a garrotazos en esta España cainita, o las dos majas, vestida y desnuda, de la Duquesa de Alba de su tiempo, predecesora de la fallecida Cayetana que tanto dio que hablar. O la muy luminosa Condesa de Chinchón que recuerda a Esperanza Aguirre en su juventud antes de convertirse en la mala Condesa de Bombay.
De Tiziano nos quedamos con el retrato del joven Felipe II, con cierto aire del Rey Felipe VI. Y de Velázquez ahí están La Meninas, alegoría infantil de esa infanta Cristina que se niega a renunciar a sus derechos al trono a pesar de los pesares y del juicio a punto de comenzar.
De ‘Las tres gracias’ rollizas del PP no vamos a dar detalles, como no diremos quién es ‘El caballero de la mano en el pecho’, ni el sonriente conquistador de Breda que le da una amable palmadita a Artur Mas.
Hay muchos secretos y detalles en el Prado que convendría repasar. Pero mejor que vayan a verlo y averiguarán a qué ilustre personaje de una maravillosa ‘Última Cena’ se parece Pablo Iglesias, o a cuál de los Mamelucos se asemeja Joan Tarda. Pasen y vean, vayan al Prado que es un museo maravilloso e inagotable y lo descubrirán.