El Papa Francisco, Scalfari y el Mediterráneo mortal
El editor del diario 'La Reppublica' de Italia, Eugenio Scalfari ha vuelto a las andadas, y el pasado domingo no dudó en desvelar una parte de sus conversaciones en la catedral basílica de San Pedro o puede que en un café de Roma, con su amigo el Papa Francisco. El Pontífice con el que el periodista y escritor, agnóstico, mantiene un vivo y apasionante debate sobre la fe, lo divino y lo humano, los problemas de nuestro tiempo y la modernidad.
No sabemos como acabará ese diálogo de altura. Si Scalfari abrazará la fe que lidera Francisco, o si el periodista logrará que el Pontífice dé el paso decisivo para modernizar la Iglesia Católica y su adaptación a la realidad. Para eso hará falta mucho mas que encíclicas –como la audaz del Clima del Papa Francisco- llamamientos, reflexiones escritas, y homilías dominicales para que todo quede claro y no exista el riesgo de marcha atrás. ¿Un tercer Concilio?
De ahí que Scalfari le haya preguntado a Francisco si piensa convocar el Concilio Vaticano III, para que su ‘revolución modernizadora’ quede aprobada y bendecida por el conjunto de la Iglesia, allí representada. Pero el Papa, que sabe como las gastan el Diablo y la Curia vaticana, le ha dicho a Scalfari que no habrá un nuevo Concilio en su pontificado y que se conforma con concluir la labor del Concilio Vaticano II del Papa Juan XIII, camino de la modernización, pero buscando respuestas a las preguntas esenciales que el Papa ha planteado en los recientes debates que Comunión y Liberación celebra en Rimini y sobre las que dice:
"Se trata de la búsqueda que debemos emprender sobre el significado de la vida y la muerte, el amor, el trabajo, la justicia y la felicidad. Las experiencias más frecuentes que se han acumulado en el alma humana provienen de la alegría de un nuevo encuentro, de las decepciones, la soledad, la compasión por el dolor de los demás, la inseguridad por el futuro y la preocupación por un ser querido ". Y pregunta: ‘¿Por qué tenemos que sufrir y finalmente morir? ¿Tiene todavía sentido amar, trabajar, hacer sacrificios y comprometerse? ¿Qué debemos hacer en el mundo?’ Y concluye: "El mito de Ulises habla de la nostalgia que solo puede dar satisfacción en una realidad infinita."
Y añade Scalfari que las respuestas a esas preguntas están entre los ideales que marcaron el nacimiento de la Europa moderna como ‘la libertad, la dignidad, la fraternidad’ y también’ la igualdad’. Y que ese debe ser el camino que conduce al esperado encuentro de la Iglesia con la modernidad que, a su vez, debe de estar marcada por la realidad. De la misma manera que el inmovilismo está marcado por la vieja guardia vaticana y las tensiones con el poder temporal.
Y mientras en Roma se deshoja la margarita de la modernidad, en la otra y cruda realidad de nuestro tiempo el Diablo va ganando la batalla del Mediterráneo, cuna de civilizaciones, encuentros, culturas y épicas batallas de imperios desaparecidos, y que ahora se ha convertido en un cementerio flotante sobre el que pretenden caminar, con sus pies descalzos, miles de desamparados del continente africano que buscan en el norte europeo la tabla de su salvación y prosperidad.
El tiempo afable y engañoso ha relanzado las pateras del Sur con miles de personas a bordo, hombres, mujeres, niños, bebés y ancianos en pos de la orilla libertadora donde ya han estallado todas las alarmas, como las que ha lanzado Italia sobre el conjunto de la UE, mientras la marea humana desborda las fronteras de Macedonia e instala campamentos por doquier, incluso a las puertas del túnel del Canal de la Mancha.
Los principios de la Europa moderna y de la Europa política de hoy una vez mas palidecen y chocan con la ‘realidad infinita’ de la inmigración de los desamparados del Planeta, en nuestro confines, en los mares de Asia o en las fronteras de los Estados Unidos, sin que nadie tenga en su mano la respuesta ni la solución. Ni siquiera el Papa Francisco con sus llamamientos desesperados a los Estados para que pongan coto a este desastre humanitario que no cesa de asombrar ni de escandalizar. Pero la fuerza y la influencia de Francisco crecerá si la Iglesia, dando ejemplo, se moderniza y se acerca a la cruda e 'infinita realidad'.