Letizia coronada
El Gobierno se resigna con el paro y la recesión y dice que ya no se puede hacer nada más que esperar, en aras de un hiperrealismo pesimista y descorazonador. Lo contrario de lo que ocurre en los vestuarios del Barcelona y el Real Madrid, donde se recurre a la épica y al vuelco del pésimo resultado que ambos equipos habían cosechado en Alemania. Y todo ello pendiente de la inspiración de dos estrellas del firmamento del balón como Messi y Cristiano, a los que se les ha encomendado liderar el milagro según el cual los blaugranas deben endosar cinco goles al Bayern y los blancos cuatro al Borussia, sin que los teutones marquen un solo gol en el territorio español.
En el cine, en el teatro en los libros de ficción todo es posible, en el fútbol y sobre el césped, los cuentos del príncipe azul se suelen desvanecer con suma facilidad. A fin de cuentas juegan once por cada equipo y eso, en las actuales circunstancias, no es nada fácil de superar. Sin embargo hay otros cuentos de hadas y príncipes como los que comenzaron ayer en Ámsterdam a la sombra de ‘La ronda de noche’ de Rembrandt con motivo de la coronación del Príncipe Guillermo de Holanda, tras la abdicación de su madre la Reina Beatriz.
Y en ese cuento también estamos representados los españoles, los descendientes de aquellos tercios de Flandes, por los Príncipes de Asturias. Y no sabemos si está el horno para bollos y el país para lucimiento de floridas tiaras de diamantes como la que ayer llevó la Princesa Letizia en Ámsterdam al comienzo de las fiestas de coronación del Príncipe Guillermo.
Cierto es que en esta Europa en crisis, en la que España lidera las cifras del paro con más de seis millones de desempleados, las pomposas exhibiciones de la realeza europea quedan fuera de tiempo y lugar y puede que mejor habría hecho la Reina Beatriz de Holanda adornando su despedida con una cierta moderación, pero está visto que la sensibilidad social brilla por su ausencia en estos casos y que Holanda, país muy monárquico, quiere despedir a la soberana y recibir al nuevo Rey con todos los oropeles y gran exhibición.
Como bien habría podido la Princesa de Asturias haber escogido un aderezo más discreto para su cabeza, en lugar de la ostentosa diadema de la Reina Sofía que ya lució una vez y gafó la boda de la Infanta Cristina con Iñaki Urdangarin. Pero sabido es que esto del lujo, las joyas -recuérdese ahora la pulsera de diamantes que Corinna lució en la portada de Hola- parece que forma parte de la magia regia incluso en un tiempo tan difícil como el que estamos viviendo en España.
Un tiempo en el que la familia real debería de estar más cerca de los que sufren en lugar de presidir actos de poderosos, o de viajar a otros países por necesitados que estén -la Reina a Mozambique-aunque sabido es que en esos ámbitos del desamparo español que son extensos y dolorosos asomar la cabeza en estos momentos no parece nada fácil. Pero hay maneras de estar cerca de los que más lo necesitan y maneras de tomar distancia de lo superfluo
No estamos ante una crítica oportunista y facilona sino ante una cuestión de prudencia y responsabilidad, como ya se vio durante la famosa cacería del Rey en Botsuana. Bastante tenemos con el caso Urdangarin, donde no brilla la transparencia de las actas de Hacienda y sí las sospechas de favor fiscal a la Infanta Cristina. Y quizás la lección que nos llega de Holanda es la de la abdicación, lo que en España no estaría nada mal, máxime si va acompañada por una reforma política y de un referéndum institucional. En fin, hoy coronan a Guillermo y hoy juega el Real Madrid que también lleva su propia corona, aunque esta vez con cuatro espinas como los cuatro goles que les metió un polaco llamado Lewandowski, el mismísimo diablo que está al acecho y paseando por Madrid.