El Rey vuelve a ‘dar guerra’
Reaparece el Rey Juan Carlos bajo el escudo protector de José Manuel Caballero Bonald, el nuevo premio Cervantes y acompañado de la Reina Sofía, y lo primero que dice el monarca es que ya está listo para volver a ‘dar guerra’, lo que le pone a Rajoy y a más de uno los pelos de punta. Sobre todo ahora que pretenden esconder las andanzas de la falsa princesa Corinna por Madrid, que a nada que se descuide acabará en los tribunales en cuanto alguien presente demanda por el uso y abuso indebido del patrimonio nacional, y no sólo por usurpación de funciones del Gobierno español que la susodicha Corinna, y pretendía espía, decía representar.
Mejor sería que el Rey prolongue su recuperación de columna y se dedique a la rehabilitación física de su cuerpo y moral de la Corona, y que alguien en la Zarzuela le quite el teléfono móvil que suele ser la herramienta habitual del ‘borboneo’, lo que es y ha sido el mayor peligro y enemigo de la Monarquia. Y cuidado con los estrategas de palacio, el dúo Spottorno-Ayuso porque los dos son de traca (si es cierto que Ayuso aludió ante periodistas al video infame que le hicieron a Pedro J. eso sería el colmo y que se prepare) y se pueden equivocar.
Como se equivocan Rajoy y Gallardón con las presiones habidas a favor de que la Infanta Cristina no sea llamada a declarar en el caso Nóos/Aizoon, porque semejante atajo sería un escándalo de mayor cuantía y entonces los españoles culparían al Rey de la no aplicación de la ley a su hija, desmintiendo su promesa navideña de que todos los españoles -salvo él- son iguales ante la ley.
O sea que si la Infanta debe finalmente declarar ante el juez Castro, a pesar de los esfuerzos denodados del gobierno de Rajoy y del fiscal Torres Dulce de membrillo, el amigo del faisán, y luego resulta la Infanta imputada y procesada, entonces los monárquicos de pro le pedirán a doña Cristina que renuncie a sus derechos a la sucesión del trono (los suyos y de sus hijos), en un intento burdo y desesperado por imponer una cortina de humo en torno al Rey. Es decir los mismos que dicen que obligar a declarar a la Infanta supone una previa condena moral, están dispuestos a pedirle a doña Cristina que renuncie a sus derechos para que con ello, y antes del juicio, reconozca su culpabilidad.
De lo que no quieren hablar los monárquicos, porque saben lo que hay por detrás, es si el Rey actuó personalmente en favor de los negocios de Urdangarin –quien ha pretendido emular al monarca, hasta en el ‘amor’, pero olvidando que él no es inviolable-, y que incluso cedió sus palacios de Zarzuela y Marivent para cerrar los contratos con Camps, Barberá y Matas, de la misma manera que pudo haber actuado a favor de Corinna, cediendo el palacio de El Pardo y la mansión La Angorilla. Lo que es, en realidad, el fondo de la cuestión una vez que ambos casos de Urdangarin y Corinna parecen ser la doble punta del iceberg del ‘borboneo’ nacional. Lo que a fin de cuentas es lo que se debería investigar, y desde luego lo que de una vez por todas se debería terminar.
Por eso cuando el monarca dice que está dispuesto a volver a ‘dar guerra’ a los primeros habitantes del palacio de la Moncloa les entra un frio sudor que les hace temblar. Acaban de poner toda la carne en el asador para esconder el último libro del primo de la princesa Letizia (de la que se dice que en la actualidad mantiene tensas relaciones con el Príncipe) y el monarca anuncia que entra en la pista oficial del patinaje real. Es decir vuelve el espectáculo sin muletas y a toda velocidad.