¿Está el PSOE tan mal como parece?
El análisis periodístico dominante tras las elecciones andaluzas del domingo sostiene que estamos ante un cambio de ciclo electoral; que la tendencia abierta tras la moción de censura que llevó a Sánchez a la Moncloa (junio 2018) que certificó la decadencia del PP-Rajoy y el auge del PSOE-Sánchez tocó techo en las elecciones regionales madrileñas de mayo 2021 y ha entrado en barrena tras las andaluzas.
Hay otro esquema de ciclo largo que también apunta haber concluido: el del debilitamiento del bipartidismo imperfecto que estabilizó la política española durante los años entre 1977 y 2014, sustituido por otro modelo con nuevos partidos (Ciudadanos, Podemos, VOX) que imponen gobiernos de coalición. En aquellas elecciones los dos partidos tradicionales no alcanzaron el 50% abriendo la puerta a los gobiernos de coalición. Aquel ciclo puede tocar techo ahora con la decadencia de los nuevos partidos y nuevos gobiernos de mayoría absoluta.
Al mismo tiempo se percibe cambio en el partido dominante, frente a un PSOE con más del 30% de expectativa de voto se percibe ahora una tendencia a favor del PP como partido dominante. Un dato que habrá que verificar con las próximas encuestas, pero que se apunta como muy probable.
La pérdida de potencial en el PSOE le coloca al borde de una derrota que puede mandarle a la oposición, algo difícil de soportar sin una crisis interna de liderazgo. Nadie imagina a Pedro Sánchez en el banco del jefe de la oposición, las derrotas tienen precio que paga el jefe en forma de retirada.
¿Está el PSOE en riesgo de semejante situación? No son pocos los que concluyen que el ciclo Sánchez ha caducado y que le queda un año al frente del partido. Entre la militancia pasiva del PSOE (unos son durmientes y otros no simpatizantes) existe la convicción de que si Sánchez pierde las elecciones perderá también el liderazgo a pesar del blindaje que ha montado durante estos últimos años.
Ni en Moncloa ni en Ferraz (es decir en el grupo Sánchez) no comparten esa tesis, rechazan la idea del cambio de ciclo electoral y de una previsible crisis de liderazgo. Sostienen que el gobierno resiste, que tiene proyecto por ejecutar y posibilidades de seguir en la Moncloa otra legislatura. Meses atrás, tras la derrota en Madrid de hace un año, la apuesta era por la economía, por la recuperación, distinguiendo decididamente unas elecciones regionales de las nacionales. Gobierno fuerte y partido fuerte, dicen los portavoces.
Pero la percepción de analistas, poco cafeteros con Moncloa, apunta que el cambio de ciclo y la sustitución del partido dominante es una hipótesis razonable. Los portavoces oficiales del PSOE recuerdan que se trata de un partido resistente, con mucha experiencia y algo de suerte (como su presidente) y que las medidas sociales del gobierno para evitar la recesión tendrán éxito y rendimientos electorales.
La resistencia/experiencia del PSOE ha quebrado en Andalucía, precisamente donde su implantación estaba más acredita. Sin la palanca del poder, sin los recursos de la Junta, la implantación flaquea. Es evidente que el PSOE no está bien tras el traspiés del domingo, pero quizá tampoco está tan mal, tan débil y desorientado como advierten y desean sus adversarios. Los próximos desafíos legislativos darán la medida de su debilidad.