La espiral precios-salarios
El que vende un piso suele tener la sensación de que malvende, que el precio no es bueno, demasiado bajo; y el que compra suele pensar que pagó caro, que pudo haberlo conseguido por menos. Solo algunos optimistas piensan que vendieron caro y compraron barato. Con la dinámica precios salarios suele ocurrir algo parecido. La mayoría está convencida de que los precios suben por encima de sus rentas, salarios o pensiones. Las encuestas a pie de mercado, muy frecuentes estas últimas semanas en todas las televisiones (que son las que conforman la opinión pública) son concluyentes: todo es más caro, muchos más caro que antes.
Y las noticias sobre escalada de precios menudean estos días con referencia a hechos muy cotidianos como la compra de pan y del café matutino o vespertino. Lo que ayer costa un euro ahora se vende a 1,20 o más. Al fondo está el IPC, ese mágico índice que elaboran los estadísticos cada mes con una buena batería de datos captados en los mercados y aplicados sobre una muestra media de la cesta de la compra de los españoles.
El IPC tiene distintas expresiones: el mensual, el interanual de cada mes, el medio del año, el sectorial, el subyacente, el regional, el local… tantas variantes como la estadística, la geografía o la imaginación permite. Y a cada cual le interesa el IPC que le va bien. Por ejemplo, al propietario de un piso alquilado con contrato sometido a IPC le interesa el más alto de todos los posibles.
Si en una carretera con un solo carril la velocidad media suele acercarse a la del vehículo más lento con la tendencia de los precios, incluidos los salarios que también son un precio, suele ser hacia el más elevado con objeto de no perder posiciones. Lo individual, lo particular se impone a lo colectivo.
Sabemos que la evolución de los precios, en términos generales, en el medio y largo plazo, depende de la cantidad de dinero en circulación y que ese un asunto de los bancos centrales sin perder de vista la capacidad de los gobiernos para influir en los procesos. Pero en el corto plazo la evolución de los precios (y los salarios) depende de sus protagonistas, de su capacidad de negociación y de decisión. El dueño de la cafetería o panadería habitual puede elevar e imponer mañana nuevos precios (repreciar productos o servicios) pero corre el riesgo de perder clientes si estos deciden irse a una avispada competencia.
Existe consenso general de que la inflación, las subidas de precios, es mala para el conjunto, pero la tentación individual puede ser irresistible. El mejor precio para el vendedor suele ser el más alto, si es posible, y determinarlo es un arte.
En estos días existe el riesgo de una espiral inmediata de precios y salarios con efectos peligrosos para la estabilidad, la recuperación y eso que ahora llaman “sostenibilidad”. ¿Cómo evitar la espiral peligrosa? Eso requiere liderazgo político, inteligencia emocional, sentido común y colectivo, pedagogía, negociación, consensos, explicaciones… en resumen todo eso de que la sociedad y la política española andan escasas.