Acuerdo de pensiones: Escrivá hizo lo que pudo
El acuerdo de pensiones, que el gobierno y el Congreso aprobarán en breve, llega hasta donde se puede llegar con el actual esquema político español. Algo hay que hacer para satisfacer las exigencias de mínimos europeos, pero algo que altere lo menos posible el modelo actual y que sostenga la suficiencia inmediata de las prestaciones. Ni un paso atrás en las actuales prestaciones.
La sostenibilidad del sistema no es tema a considerar, las medidas necesarias para la sostenibilidad son impopulares, de explicación incómoda, un camino seguro a la derrota electoral. Buen ejemplo lo acaba de dar el gobierno sueco que cuando ha intentado reformar el sistema de alquileres controlados ha tropezado con una exitosa moción de censura de las fuerzas a la derecha y a la izquierda del gobierno. No son estos tiempos para reformas en favor de la sostenibilidad del gasto social.
Ni siquiera de las medidas para garantizar la sostenibilidad climática o ecológica si implican costes sociales o mayores precios. Si hay que pagar que lo haga otro, los ricos, los que eluden o evaden, los otros… energías renovables, pero sin instalaciones cerca de casa, ni siquiera en los espacios vacíos que solo tienen paisaje.
El ministro de las pensiones, un técnico fichado por Sánchez para ganar credibilidad en Europa, ha hecho lo que ha podido, ha llegado tan lejos como tolera el statu quo que soporta el gobierno. El sistema no es sostenible a medio plazo por razones demográficas y financieras que son evidentes, que no admiten duda; pero ahora la cuestión es la suficiencia: garantizar la capacidad adquisitiva de diez millones de pensionistas, incluso su mejora, aunque para ello el Estado tenga que asumir la financiación del déficit. De momento la deuda no es problema, el BCE garantiza la financiación, al menos mientras dure la crisis.
Escrivá consigue sacar adelante el primer capítulo del libro de la reforma que tiene dos caras, garantía de la capacidad adquisitiva (más costes) y alargamiento de la edad de jubilación, en la línea avanzada por la reforma de 2011. Para justificar los subsidios presupuestarios al sistema, que pueden desnaturalizarlo y politizarlo, sirve el argumento de los “gastos impropios” que es un cajón flexible onde cabe todo lo que haya que meter.
El bastante evidente que la sostenibilidad a medio plazo está comprometida, que antes o después habrá un ajuste en las pensiones, pero el horizonte electoral aguanta dar una patada adelante al libro de las reformas. Quien asuma esa responsabilidad perderá las siguientes elecciones, como los socialdemócratas alemanes perdieron tras las reformas laborales de finales del pasado siglo. Macron ha retirado sus propuestas sobre pensiones que prometió antes de ganar la presidencia, no está el horno para ese bollo.
Lo más importante del acuerdo es el mismo acuerdo, más que su contenido, enfría el problema, lo aplaza; todo debe ir a peor para que pueda mejorar.