Las medidas económicas, a corazón abierto
El Gobierno no fue capaz el fin de semana de ponerse de acuerdo sobre las medidas económicas que requiere la crisis actual. El dilema no está entre la austeridad y el gasto sin límite, ambos conceptos son nominalistas y extemporáneos. El dilema radica en dónde y cómo hay que centrar el apoyo, que tiene que ser ilimitado: hasta donde haya que llegar (lo ha señalado reiteradamente el presidente Sánchez, siguiendo el criterio de Draghi y su famoso “lo que sea menester…y será suficiente).
Y el eje de las ayudas es sencillo: a medio plazo recuperar los procesos productivos y a corto plazo sostener las empresas, que quiere decir defender el empleo. Y para ello hay dos caminos tal y como ha puesto en marcha Alemania.
Lo primero garantizar la liquidez a las empresas para que puedan atender pagos a empleados y proveedores garantizando de esa manera el circuito monetario cuando se paraliza buena parte del circuito productivo. ¿Qué puede aportar el Estado para ello? Para empezar garantías y avales para el crédito a las empresas, especialmente a las más débiles, incluido crédito directo a largo plazo. Para esa gestión la cooperación del sistema financiero es imprescindible, porque conocen el tejido productivo, las necesidades de sus clientes. Los financiadores necesitan garantía de flujo y cobertura de riesgos. Los bancos españoles hoy disponen de liquidez y el sistema de bancos centrales (Banco Central Europeo) respalda más liquidez, la que haga falta. Para ello hay que relajar controles de solvencia y exigencia de coberturas.
Lo segundo es garantizar el empleo, evitar una cadena de despidos como las que se han producido en otros momentos de estallido de otras crisis. Hay que evitar el millón de despidos de 2008. El mecanismo de los Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTES) es eficaz para empresas de cierto tamaño; más complicado para la pequeñas y medianas a las que hay que proporcionar garantías más amplias, poco burocráticas. Si el Estado asume parte de los salarios de los próximos tres meses a aquellas empresas que no destruyan empleo se evitará una catástrofe de un coste mucho mayor y a largo plazo. Además el Estado (lo empezó a hacer la semana pasada) tiene que establecer moratorias de impuestos (IVA, retenciones, cuotas sociales) que suponen apoyos de liquidez y estabilidad. Cuando se recupere la normalidad productiva se podrán saldar cuentas.
Los ciudadanos necesitan garantía de empleo, de salario, de estabilidad, para sostener el consumo y la demanda interna. Esta crisis tiene un punto final al que hay que llegar para salir en vertical del socavón.
Los bancos también pueden contribuir a ese proceso, por ejemplo con una moratoria de tres meses en las cuotas hipotecarias (alargar los plazos por ese período) cobrando solo los intereses. Eso significaría tranquilidad para los deudores, las familias, y apoyo a su liquidez sin costes insoportables para el sistema financiero. Eso significaría vivir con el cliente sus problemas.
Esta es una crisis de estampida, temporal, que requiere contención, torniquete para evitar que se desangren las empresas. Alemania ha marcado el camino; es cierto que tienen más despensa (poca deuda y nada de déficit) pero este no es momento para contemplaciones, hay que salvar al enfermo antes de que agonice. Operar a corazón abierto, con una sola oportunidad para el éxito. No se trata de abrir la ventanilla de los subsidios (muy chavista) sino de sostener las empresas para defender el empleo.