La victoria de los derrotados
Felipe González utilizó como excusa, tras su derrota electoral de 1996, la falacia de la “dulce derrota”, argumentaba que su adversario no había logrado una mayoría absoluta y precisaría de acuerdos que debilitarían su gobierno hasta acortar la legislatura. No hay derrotas dulces, el que pierde posición (que se los digan al Barcelona C.F) y tarda en recuperarse. Más precisa es la tesis del profesor Rogelio Alonso sobre el fin de ETA (La derrota del vencedor, título de su libro publicado por Alianza el año pasado). Esta es la doctrina dominante tras las elecciones del domingo: muchos vencedores derrotados; son varios los ganadores que por el juego de pactos van a ir de cabeza a la oposición con consecuencias difíciles de evaluar en este momento.
Carmena y Errejón han logrado una victoria en Madrid que se convierte en derrota por ese puñado de votos que les faltan para lograr una mayoría en el consistorio. Los socialistas han ganado, por primera vez en años, en castilla león pero es improbable que relevan a los populares en el gobierno e la comunidad. Y como estas otras muchas situaciones equivalentes.
Nadie se acuerda ahora de la pretensión del PP de Rajoy de revisar las normas para establecer que en los Ayuntamientos debe ocupar la alcaldía la lista más votada. Lo que antes favorecía a los populares ahora lo hace a los socialistas que no esgrimen el argumento por inefectivo.
Concluido el largo ciclo electoral iniciado el 2014 (dos europeas, dos municipales y autonómicas y tres generales) entramos ahora en una etapa sin citas inmediatas (al margen de unas catalanas previsibles antes de acabar el año, que funcionan en clave propia) que alientan a los partidos a revisar sus estrategias, sus objetivos y los espacios de negociación con sus adversarios.
La clave esencial de esta larga campaña durante lo que va de año ha sido un eje de confrontación entre la izquierda y la derecha que no corresponde con el espíritu de la Transición, de la Constitución y de los primeros compases de la democracia. El argumento central de los socialistas durante los últimos meses ha sido el miedo a la derecha, la foto de colón. Mientras que al otro lado tanto el PP como Ciudadanos reiteran que desahuciar a los socialistas, a Pedro Sánchez, era el principal argumento para votarles.
Los ciudadanos han enviado con sus votos un mensaje poco frentista; el espectro ideológico de los españoles sigue en el centro, en el 4,7 de la escala de 0 a 10, siendo esta última cifra la de la extrema derecha. El castigo a los dos partidos extremos (VOX y Podemos y varios) es evidente y contrasta con una mayor confianza hacia los partidos tradicionales, PP, que no se hunde, y PSOE, que recupera la cota de los siete millones de votos.
Se abre ahora una nueva fase de pactos a varias bandas que puede deparar algunas sorpresas. Una fase de pactos que es la previa a la etapa de gobierno que no se presenta demasiado halagüeña porque llevamos varios años con gobernación averiada, sin presupuestos, sin objetivos, sin expectativas.